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Armas en Estados Unidos

Trump no puede escapar de la fiebre de Rusia que hay en Washington

Por análisis de Stephen Collinson

(CNN) -- Si el objetivo del presidente de Rusia, Vladimir Putin, era volverse el personaje más incendiario y con influencia corrosiva en la política estadounidense, lo logró espectacularmente.

La intriga por la intromisión en las elecciones, los vínculos misteriosos del pasado del presidente Donald Trump con Rusia, la beligerancia internacional del Kremlin y los lazos diplomáticos tóxicos han hecho que Washington se obsesione con Rusia tanto como lo estuvo durante la Guerra Fría.

El jueves fue un día de entrelazadas maquinaciones relacionadas con Rusia que sintetiza el por qué Trump parece predestinado a nunca emerger del drama cada vez más profundo y casi operístico que atrapa a la Casa Blanca como un vicio.

Un momento extraño, el día en que el Gobierno de Estados Unidos finalmente se puso duro con el Kremlin, también trajo nuevas revelaciones de la investigación del fiscal especial sobre vínculos entre Trump y Rusia que están amenazando su presidencia.

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La Casa Blanca hizo un giro significativo al finalmente imponer sanciones sobre grupos e individuos rusos —incluyendo uno cercano al presidente Putin— para castigar la interferencia en las elecciones por parte del Kremlin y se unió a un duro pronunciamiento junto a Gran Bretaña, Francia y Alemania contra Moscú por un presunto intento de asesinato de un exespía ruso usando un agente neurotóxico en Inglaterra.

Pero consistente con el patrón de su presidencia, la narrativa del Gobierno fue rápidamente ensombrecida por una nueva revelación de la investigación de Robert Mueller, cuando emergió que el fiscal especial había citado documentos de la Organización Trump, incluyendo algunos sobre Rusia.

Trump alertó, el año pasado, que Mueller podría cruzar una “línea roja” si empezaba a sondear las finanzas de su familia que no estuvieran relacionadas con Rusia, lo que desató la especulación de que pudiera despedir al fiscal especial, una medida que hubiera desatado una crisis constitucional.

El fracaso reiterado de Trump para reprender públicamente a Rusia por su comportamiento —aunque otros miembros de su administración lo hicieron— ha generado un debate sobre si el presidente realmente tiene algo que esconderle a Mueller.

Las sanciones de Estados Unidos a Rusia finalmente honraron un mandato del Congreso para responder a la interferencia cibernética. Entre los sancionados están la fábrica de troles rusa, Yevgeny Prigozhin, una persona de confianza de Putin, y otras 13 personas que ya habían sido acusadas por Mueller.

Las sanciones debilitan la “cacería de brujas” de las que habla Trump

El presidente Trump sigue asegurando que todo este episodio no es nada más que una “cacería de brujas” y se apresuró a mostrar conclusiones disputadas de la mayoría republicana en la Comisión de Inteligencia de la Cámara de Representantes, esta semana, de que no hubo colusión de su equipo con los rusos.

Pero es imposible no ver las sanciones de Trump de este jueves como una acción de su propia administración que no solo debilitan su posición sino también validan algo del trabajo que Mueller ha hecho hasta ahora.

Un día después de que la embajadora de Estados Unidos en la ONU, Nikky Haley, atacara a Rusia en el Consejo de Seguridad, el gobierno de Trump se unió a una declaración de Gran Bretaña, Francia y Alemania, castigando a Rusia por el intento de asesinato del doble agente ruso Sergei Skirpal y su hija en Salisbury.

La declaración aborrecía el “uso de un agente neurotóxico de grado militar, de un tipo desarrollado por Rusia (que) constituye el primer uso ofensivo de un agente neurotóxico en Europa desde la Segunda Guerra Mundial”.

Los aliados de Gran Bretaña compartieron la opinión de que “no hay una explicación alternativa plausible” y dijeron que el fracaso de Rusia para explicar adecuadamente el episodio subraya su responsabilidad en el asunto.

Pero la duda de Trump para reprimir a Rusia quedó en evidencia en la Oficina Oval este jueves cuando se le preguntó sobre Salisbury.

“Ciertamente parece que los rusos estuvieron detrás de eso. Algo que nunca tuvo que haber ocurrido. Y lo estamos tomando de manera muy seria, como, creo, lo están haciendo muchos otros”, dijo el presidente.

Si bien sus comentarios vincularon directamente a Rusia con el ataque, fueron leves en comparación con otras declaraciones oficiales de Estados Unidos.

Y dada la gravedad del uso de un agente neurotóxico en el suelo de un aliado de la OTAN y el posterior comportamiento hostil de Rusia hacia el aliado que tiene una"relación especial" con Estados Unidos, sus comentarios parecían un poco mansos.

Después de todo, durante mucho tiempo se ha considerado que el presidente de Estados Unidos es un líder de occidente y que tiene el poder dominante en la OTAN y es garante de la seguridad de Europa occidental.

Por ello, es difícil de creer que cualquier presidente anterior desde el final de la II Guerra Mundial todavía no haya emitido advertencias inequívocas a Rusia ni haya tranquilizado a los aliados en Europa frente a tal comportamiento ruso.

La investigación contra Rusia continuará y, tras la revelación de que Mueller ha solicitado documentos de la Organización Trump sobre su relación con Rusia, se confirma que el fiscal especial ha ido más allá de la pregunta inicial de si hubo colusión entre funcionarios de la campaña presidencial de Trump con los rusos o si el presidente obstruyó la justicia al despedir al jefe del FBI, James Comey, en 2017.

Mueller dirige el barco más fuerte en Washington, por lo que se desconoce el alcance de su pedido y cómo encaja en la investigación. Pero establecer si hay relaciones entre los negocios de Trump y los rusos puede ayudar a aclarar si quedó comprometido con Rusia de alguna manera antes de presentarse como candidato.

Y las señales de que Mueller está profundizando en su investigación no harán nada para aplacar la fiebre de Rusia que atrapa a Washington.