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Música

Aplicaciones para volver a enamorarse de la música

Por CNN en Español

Por Scott Snibbe, especial para CNN*

Para los que comprábamos música hace 20 años, el proceso era mucho más parecido a invitar a alguien a salir en una cita. Cuidadosamente veíamos un álbum en una tienda de discos, observábamos fijamente la portada para imaginarnos cómo podía sonar la música que se encontraba en el interior.

A veces, después de horas de pensarlo, nerviosamente nos acercábamos a la caja, mirábamos al empleado de mostrador para ver lo que pensaba de nuestra elección en su sutil lenguaje corporal: si fruncía el ceño, si hacía una mueca o inclinaba la cabeza. Si nunca lo experimentaste, renta la película High Fidelity (Alta fidelidad).

Después llegábamos a la casa con el álbum, lo llevábamos a nuestra sala, sacábamos el disco de su funda y lo colocábamos en el tornamesa. Y así, cautivos durante una hora, nos tumbábamos en la alfombra frente a las bocinas y dejábamos que el sonido nos cubriera. Mientras escuchábamos sosteníamos el álbum de 12 pulgadas (30 centímetros), nos perdíamos en el arte de la portada mientras intentábamos descifrar los códigos, estudiábamos detenidamente las notas y la cubierta con las letras en busca de más pistas de su significado.

Recuerdo con cariño esta unión con un álbum como el periodo de “enamoramiento”. Si un álbum era bueno, nos volvíamos casi inseparables durante las siguientes semanas, con impaciencia esperábamos reunirnos en la casa cada noche, poco a poco nos conocíamos mejor. Sólo después de algunas semanas podíamos grabar el álbum en una cinta y empezábamos a usarlo en un walkman, o en el automóvil, y permitíamos que fuera la banda sonora de nuestras vidas diarias.

Hoy, con las descargas digitales, perdimos ese periodo de enamoramiento y pasamos directamente a la fase de lavarnos juntos los dientes durante la mañana. Ahora la música es más el telón de fondo de nuestras vidas. O peor aún, algunos de nosotros tenemos esa “relación informal” con la música cuando escuchamos un tema una o dos veces —de forma parcial, distraída, en el trabajo, en el transporte subterráneo— y después hacemos la canción a un lado en busca de algo nuevo.

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Las aplicaciones móviles nos dan la oportunidad de volver a enamorarnos de la música. Porque la aplicación llena nuestros sentidos visuales y táctiles de una manera que va más allá de una funda de cartón, podemos darle toda nuestra atención. Podemos disfrutar de largos tramos donde no lamentamos el pasado o anticipamos el futuro, pero quedamos completamente absortos en el mundo interactivo visual y musical de un artista.

Algunas personas se preguntan si la música debería ser interactiva. ¿Los artistas no quieren crear cuidadosamente una canción para que se experimente de la misma forma una y otra vez? Y, ¿los músicos no están interesados principalmente en el sonido y no en lo visual y en la interactividad?

Sin embargo cuando ves a los músicos de la actualidad, es raro el artista que se ve a sí mismo como una mera creación de un flujo de sonido de una dimensión. Por el contrario, su arte abarca una visión completa que incluye actuaciones en vivo, videos, vestuario, luces, gráficos en tiempo real, y a menudo, fuertes puntos de vista políticos y sexuales. Desde el nacimiento del rock and roll (y especialmente en la era de MTV), las imágenes y los aspectos visuales de los músicos se volvieron tan importantes como la propia música.

Cuando ampliamos nuestros horizontes, antes del nacimiento de la música grabada, regresamos al siglo XIX, descubrimos que la “máxima aplicación” de la época era la partitura. Los músicos tenían un papel pequeño antes de las grabaciones, y en su lugar la música se disfrutaba de una manera interactiva.

Llevabas las partituras a la casa, las podías colocar en el atril y tocarla de la manera que quisieras; con un piano, con un banjo, con la voz o con una flauta. Las personas se reunían y tocaban juntas o solas, y podían extender o comprimir la canción, cambiar la letra y el ritmo, parar, volver a empezar, filtrar a las canciones con sus personalidades y gustos.

Y por supuesto, si vemos más atrás al nacimiento del arte, de vuelta a la flauta de treinta y cinco mil años que se descubrió recientemente en Francia, nos damos cuenta que la música es primero y ante todo interactiva, que evoluciona de persona a persona a través de cientos de generaciones.

Cuando ves en la reciente película de Werner Herzog, Cave of Forgotten Dreams (La cueva de los sueños olvidados), al paleo etnomusicólogo tocar una antigua flauta de hueso de buitre, nuestra columna vertebral hormiguea mientras los tonos de su escala pentatónica toca The Star Spangled Banner. Vemos que la música es un hilo interactivo que nos conecta con nuestros antepasados, la única forma de arte en la que podemos participar precisamente de la misma manera como lo hicieron.

Sin embargo las aplicaciones no sólo son un regreso a nuestro pasado interactivo. También representan algo totalmente nuevo. Con la posibilidad de crear una experiencia que no es tan abierta como un instrumento, ni tan cerrada como un video musical, las aplicaciones nos permiten jugar en un mundo personalizado altamente diseñado por un músico como nunca antes existió. Al igual que el nacimiento del cine o de la ópera, las aplicaciones musicales representan una síntesis de los medios anteriormente separados —videos, instrumentos, interactividad y actuación— en un todo perfecto.

La aplicación de Biophilia de Björk es la primera expresión en largometraje de esta nueva idea, que nos permite entrar en la mente de Björk y experimentar la música de la forma como ella lo hace, llenando todos nuestros sentidos. Tocamos los virus para experimentar música generativa, pasamos por un túnel a través de cristales para aprender sobre la estructura musical, encendemos rayos por debajo de nuestras manos para producir arpegios, y para sumergirnos en siete mundos únicos, canción por canción. Al final, sentimos la unión de la música, de la naturaleza y de la tecnología que fluye naturalmente a través del cuerpo y la mente de Björk.

Actualmente también tenemos un problema en la industria musical, en donde las ventas de música grabada se derrumbaron para todos excepto para los artistas más exitosos debido a las descargas ilegales. Por lo tanto las aplicaciones también pueden representar algo más terrenal: una forma para que los músicos se ganen la vida nuevamente con su trabajo.

Es muy pronto para decirlo, pero estamos muy emocionados de estar aquí, con nuestros pequeños esfuerzos en aplicaciones como Bubble Harp y OscilloScoop, y con la colaboración que abarca el universo con Björk. Nos exige a considerar el medio de las aplicaciones en sus propios términos, como una nueva forma de arte y expresión humana.

* Nota del editor: Scott Snibbe es un artista multimedia, cineasta, desarrollador de aplicaciones para computadoras e investigador de interactividad. Las obras de arte de Snibbe se encuentran en exhibición en el Museo Whitney de Arte Estadounidense y en el Museo de Arte Moderno. Algunos de sus proyectos interactivos de gran escala se incorporaron en giras de conciertos, en los Juegos Olímpicos, en museos de ciencia, en aeropuertos y en otros importantes espacios públicos y eventos.