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Entretenimiento

En 'American Reunion' la nostalgia perdona los defectos de la película

Por Sebastián Jiménez Valencia

Por Tom Charity, especial para CNN

(CNN) – Algunas generaciones consideran a la cinta American Graffitti como un monumento a su locura juvenil. Para otros, su juventud está descrita en películas como Saturday Night Fever, Fast Times at Ridgemont High o Dirty Dancing.

Pero si eres de los que se estaba graduando de la secundaria alrededor de 1999, probablemente tu talismán cinematográfico implique a un inquieto Jason Biggs complaciéndose a sí mismo con una tarta de manzana.

American Pie tuvo dos secuelas poco después de su estreno, llevando a Jim, Stifler y sus amigos a través de la universidad e incluso hasta el matrimonio (American Wedding), pero es una sorpresa reunir al grupo de chicos nueve años después, más viejos, más moderados, pero todavía con hambre de un pedazo de la tarta.

La reunión es producto de las mentes de Jon Hurwitz y Hayden Schlossberg, los escritores y directores que se dieron a conocer con otra –pero similar- saga de cintas: Harold and Kumar. El director original, Paul Weitz, pasó hace rato a otras producciones –no necesariamente mejores- como Little Fockers y Being Flynn.

No es una mala idea, incluso a pesar de que la reciente película de Adam Sandler Grown Ups haya cubierto muchos de los temas. Hurwitz y Schlossberg respetan la formula: chistes sexuales endulzados con sentimentalismo y una pizca de cordura feminista; múltiples humillaciones para el bueno pero pervertido Jim; las ocurrencias del machista Stifler; y las vergüenzas del cariñoso padre de Jim (interpretado por el comediante de cejas gruesas Eugene Levy). Los fanáticos de las películas apreciarán la dedicación de los cineastas, y si no quedan particularmente complacidos con el resultado, tal vez no tengan que estarlo: la nostalgia es indulgente.

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Jim (Jason Biggs) todavía está casado con Michelle (Alyson Hannigan), pero ambos están enlodados en la frustración sexual paternal. (Chris Klein) ahora es una celebridad de televisión y su novia es una modelo. Kevin (¿alguien se acuerda de Thomas Ian Nicholas?) es aburrido hasta más no poder. Y Finch (Eddie Kaye Thomas) le ha dado la vuelta al mundo dos veces y tiene las cicatrices que lo demuestran. En cuanto al perpetuo chico malo Stifler (Seann William Scott), es el asistente de un ejecutivo de negocios matón, pero sigue siendo un patán legendario en su propia imaginación pueril.

Algunas de las chicas regresan también (Tara Reid, Mena Suvari, e incluso Natasha Lyonne en una aparición de último momento), pero como era de esperarse, la película sólo trata la igualdad de géneros en la superficie. Las nuevas y más jóvenes chicas Ali Cobrin, Katrina Bowen y Dania Ramirez aparecen más en la cinta. Es un misterio dónde Ramírez aprendió su fuerte acento dominicano, pero junto a John Choo, es una de las contribuciones de la producción a la diversidad étnica.

La cruda verdad es que el tiempo no ha sido bueno con muchos en el reparto.

Siempre han sido un grupo muy gracioso. Muchos de ellos estaban en sus 20 –pero pasaban por adolescentes- cuando se grabó la primera película. Hoy, se ven pálidos, envejecidos o demacrados; tan comunes y corrientes que les habrían encantado a los agentes de casting. Sólo el genial Seann William Scott tiene una carrera viable de papeles protagónicos, y es difícil ver al personaje de Stifler como algo distinto a un retroceso para él.

Desde luego, esa es la primera gran debilidad de la película y a su vez su fortaleza secreta: el atractivo de la reunión es la oportunidad de regresar, de medirse con sus pares y quizá darse cuenta que no les está yendo mejor que a uno.

Ese es sin duda el aspecto más entrañable de una comedia sexual irregular pero afectuosa que sido reemplazada con la sofisticación ruda de las comedias de Judd Apatow, cintas que de hecho American Pie inspiró.