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Salud

El cerebro pesimista puede ser modificado hacia el optimismo

Por CNN en Español

Por Elaine Fox, especial para CNN

Nota del editor: Elaine Fox es profesora de Psicología Cognitiva en la Universidad de Essex y miembro de la Asociación de Ciencia Psicológica. Fue jefa del Departamento de Psicología y del Centro de Ciencia Cerebral de Essex de 2007 a 2010 y actualmente es profesora visitante del departamento de Psicología Experimental en la Universidad de Oxford. Recientemente publicó Rainy Brain, Sunny Brain: How to Retrain Your Brain to Overcome Pessimism and Achieve a More Positive Outlook (Cerebro lluvioso, cerebro soleado: cómo entrenar a tu cerebro para superar el pesimismo y alcanzar un resultado más positivo)

(CNN) — ¿Por qué algunas personas prosperan, aparentemente resistentes a cualquier cosa que la vida les arroje de frente, mientras que otras son vulnerables e incluso propensas a problemas serios como ansiedad y depresión?

Para desentrañar este misterio exploramos las mentes de los vulnerables y los resistentes con las herramientas tradicionales de la psicología cognitiva: Mostramos imágenes positivas y negativas en una pantalla de computadora tan rápido que se sumergen bajo el radar de conciencia y con eso logramos un asomo momentáneo a la mente inconsciente.

Técnicas como esta nos muestran que la mente del pesimista está atraída imperceptiblemente hacia lo negativo mientras que lo positivo es un imán para el optimista.

Estas diferencias se deben a patrones específicos de actividad dentro del cerebro. Se trata de conjuntos de fibras nerviosas que conectan las dos caras de nuestra mente emocional; nuestro cerebro “pensante” con regiones antiguas que controlan nuestro primitivo cerebro “que siente”.

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La parte del cerebro “lluvioso” destaca lo negativo, mientras que nuestro cerebro “soleado” nos lleva hacia lo positivo. Por supuesto, ambos elementos son esenciales para una vida saludable y exitosa, y son los pesos y contrapesos en estos dos sistemas lo que al final te hacen a ti tú y a mí yo. En resumen, es nuestra mente emocional la que le da significado a nuestras vidas, poniéndonos de acuerdo en lo que realmente importa.

En la raíz de lo que cautiva nuestra mente emocional están dos conceptos polares opuestos: miedo y placer.

Estos motivadores biológicos ponen en marcha nuestros circuitos del cerebro lluvioso y soleado, que, a su vez, sustentan nuestras mentalidades pesimistas y optimistas. Estos sistemas del cerebro infunden nuestra mente con significado; nos hacen conscientes de lo que puede dañarnos; nos alertan sobre lo que podría salir mal; nos dirigen a lo que es bueno para nosotros y resaltan las alegrías y placeres de vivir.

Toma lo siguiente: estás apurado por llegar a una reunión y pierdes el tren. Te apuras para llegar a oficina, finalmente llegando unos minutos tarde. Cuando entras a la sala, todos te ven, y tu jefa sonríe y dice: “qué bueno que lograste llegar”.

Pregunta: ¿Está siendo sarcástica? ¿O está feliz de verte? Dependiendo de cómo interpretes esta situación, se puede establecer el tono del resto de tu día.

La buena noticia es que el cerebro humano tiene una capacidad asombrosa de cambiar. Durante años, los neurocientíficos creyeron que desde una edad muy joven, nuestros cerebros se volvían inflexibles y neurológicamente fijados a su camino. Sin embargo, el campo floreciente de la neuroplasticidad ha anulado por completo esta idea y nos ha mostrado que nuestros cerebros son mucho más flexibles de lo que alguna vez imaginamos.

Y no son sólo cambios superficiales en el nivel de “pensamiento”. Por el contrario, son cambios reales y concretos en la estructura física.

Nuestra relación con nuestras neuronas es orgánica: por supuesto, respondemos a nuestras neuronas, pero nuestras neuronas responden a nosotros, a las cosas que hacemos e incluso a las cosas que pensamos, y eso resulta en cambios observables en nuestro cerebro.

Esta maleabilidad asegura que nuestras experiencias únicas y personales nos proporcionan un cerebro personalizado con su propio conjunto altamente individualizado de circuitos, interruptores y conexiones.

La conclusión es que si cambiamos nuestra cognición (nuestra forma de reconocer, interpretar y aprender el mundo), también podemos moldear nuestros cerebros.

Ejemplo: Londres es un complicado laberinto de cruces y caminos que se han desarrollado a través de los años a lo largo de más de 25.000 calles. No hay una simetría fácil como en Nueva York, con sus patrones horizontales y verticales que facilitan la navegación por calles y avenidas.

Sin embargo, súbete a uno de los icónicos taxis negros de Londres y el chofer te llevará a donde quieras, utilizando la ruta más corta posible.

¿Por qué? Porque cada uno de ellos ha aprobado una prueba de la habilidad para memorizar y navegar espacialmente cada una de las 25.000 calles, conocida como Knowledge (que significa conocimiento, en español).

Ahora, aprender el Knowledge es una cosa. Pero los estudios científicos han llevado las cosas un paso más adelante y mostrado que a medida que los taxistas perfeccionan sus habilidades, su hipocampo (la parte del cerebro que se encarga de la memoria espacial y la navegación) gradualmente se hace más grande. ¡Así es! Mientras más aprenden, más grande se vuelve esta parte de su cerebro.

En otras palabras, las experiencias personales y habilidades modifican la manera en que nuestros cerebros están organizados.

Lo que es cierto de nuestro conocimiento también es cierto de nuestra mentalidad. En otras palabras: si entrenamos a nuestros cerebros para ser optimistas o pesimistas; para navegar, intencionalmente o no, las calles y avenidas de sentimientos positivos y negativos, cambiamos (así como los choferes de taxi lo hacen con sus circuitos espaciales) los circuitos emocionales en nuestros cerebros que determinan cómo respondemos a las cosas que pasan a nuestro alrededor.

En mi libro Rainy Brain, Sunny Brain (Cerebro lluvioso, cerebro soleado) explico cómo los genes y el ambiente trabajan juntos para influenciar cómo se desarrollan los circuitos emocionales. En lugar de estar cableados de manera fija, nuestras relaciones sociales y la forma en que vivimos juegan un papel importante en formar y reformar nuestros cerebros. De hecho, hay técnicas basadas en evidencia científica sólida que nos permiten comenzar el viaje de una postura sobre la vida pesimista hacia una más optimista.

Aunque necesitamos ambos aspectos de nuestra mente emocional (lluviosa y soleada) para vivir al máximo, hay una evidencia abundante de que una postura optimista sobre el mundo, especialmente vinculada con el realismo, está asociada con una mejor salud, más éxito y un sentimiento más profundo de bienestar.

Las opiniones recogidas en este texto pertenecen exclusivamente a Elaine Fox