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Vida

OPINIÓN: El mensaje, ¿superficial?, detrás de los bailes de graduación

Por cnninvitationsaccount

Por Rachel Simmons


Nota del Editor: Rachel Simmons es cofundadora del Instituto de Liderazgo para Niñas y autora de La maldición de la niña buena: Educar a chicas auténticas con valor y confianza. Puedes seguirla en su cuenta de Twitter: @Racheljsimmons

(CNN) — Puede que la primavera sea la temporada de graduaciones, sin embargo, el rito de iniciación más deseado por muchas adolescentes es la gran fiesta.

Desde las compras para la graduación, el minuto a minuto por las redes sociales, hasta las "citas para ir al baile de graduación" forman una reminiscencia cultural denominada "Cómo ser una mujer joven". Las adolescentes compiten constantemente para ser la reina.

Las reinas del baile son las convencionalmente hermosas, las ricas y las heterosexuales; siempre esperan pasivamente ser pedidas para ir al baile.

¿La fiesta de graduación acaso no es un baile divertido que merecen los estudiantes de mucho empeño? Claro, pero también es un evento donde las niñas interiorizan mensajes culturales perjudiciales. Las que son veneradas en esta noche "que ocurre una sola vez en la vida" envían un mensaje sobre la manera en que se espera que las chicas modernas se comporten y luzcan.

La fiesta de graduación es una boleta de calificaciones cultural acerca de qué tan bien, o no, lo hacen las jovencitas.

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Debe tener dinero para asistir a la fiesta de graduación

La fiesta de graduación está basada en el antiguo baile de los debutantes, donde las jóvenes mujeres eran presentadas ante la sociedad. Las chicas de élite daban formalmente a conocer que estaban listas para salir con alguien, mientras un grupo de pretendientes cuidadosamente seleccionado observaba. Actualmente, la reunión todavía tiene que ver con un grupo de adolescentes con dinero.

Este 2013, el gasto de la fiesta de graduación aumentará a cuestas de una economía más próspera. Se espera que las familias gasten un promedio de 1,139 dólares. Esa cantidad puede que no esté mal para quienes tienen dinero, pero es un inconveniente para las adolescentes pobres y de clase trabajadora que no tienen esa cantidad. Por su parte, los chicos pueden salirse con la suya y alquilar un esmoquin por menos de 100 dólares.

Exaltar la belleza convencional por encima de todo

Las chicas despilfarran en vestidos y zapatos costosos, además del bronceado profesional, el pelo y el maquillaje. El aspecto final dista mucho del arreglo original y casero de Molly Ringwald, protagonista de la película clásica de los 80, "Pretty in Pink".

En cambio, las jóvenes intentan emular un desfile por la alfombra roja de Hollywood. Imitaciones de vestido al estilo de los Oscar, como la copia del Dior que portaba Jennifer Lawrence, es uno de los más buscados esta temporada.

Las fiestas de graduación hacen que las adolescentes caigan de lleno en el camino de gastar en cosas superficiales. Las preparan para desembolsar una cantidad desproporcionada de dinero en su apariencia, como aquellas, que gastarían 7,000 millones de dólares al año, solo en maquillaje.

Las chicas populares deben esperar a ser pedidas para asistir a la fiesta

La temporada de "pedidas" puede comenzar en el invierno, lo que provoca que las chicas vivan meses de ansiosa espera. Tampoco es suficiente con haber sido invitada; ahora, las jóvenes más solicitadas reciben pedidas públicas muy elaboradas, y los pretendientes tienen que hacer la palabra Prom (fiesta de graduación en inglés) con cupcackes o humo, como fue el caso del chico que contrató un avión utilizado para hacer publicidad aérea.

Por el contrario, aquellas que se atreven a invitar a un chico deben soportar la vergüenza por romper las reglas no escritas. ¿El mensaje? La confianza en ti misma te hace menos atractiva, lección que posiblemente inspire a las chicas cuando sean adultas, cuando se abstengan de pedir aumentos y sean vistas como menos agradables cuando lo hagan.

Divulga cada minuto de tu vida para conseguir un ‘me gusta’

La cultura de la fiesta de graduación ahora está exhaustivamente documentada en páginas como Instagram y Facebook, lo cual agrava la angustia de quien no tiene invitación.

La constante publicación de fotos —los arreglos, el maquillaje, la limusina— se convierte en una conferencia de prensa social estratégica para cualquier persona que participa en ese juego. Los álbumes fotográficos en línea son monitoreados con ansiedad, como si fueran barómetros de popularidad que dicen quién está in y quién está out, mientras que muchas chicas sopesan su valor personal con el número de "me gusta" que reciben en cada una de sus fotos

El lado oscuro de esta constante autopromoción es la de compararse infinitamente a sí mismas con los demás. El concurso de belleza de la juventud en el baile es un ensayo final para la feminidad moderna, como lo revela un estudio en el que el 80% de las mujeres dijeron competir con sus compañeras en lo referente al aspecto físico.

Es mejor heterosexual

A quién llevarás al baile de graduación importa tanto como el dobladillo de tu vestido.

En todas, excepto en las comunidades más progresistas, la fiesta de graduación glorifica la heterosexualidad, y por lo tanto, los jóvenes homosexuales enfrentan la desaprobación o el rechazo.

En su informe 2011 sobre Ambiente Escolar, la Red de Educación para Gays, Lesbianas y Heterosexuales concluyó que con frecuencia no se le permite a las parejas del mismo sexo asistir juntas a los bailes escolares o que fueron penalizadas por hacerlo. Por ejemplo, no pueden hacer uso de los "descuentos para parejas" en la compra de sus boletos.

La buena noticia es que las reglas empiezan a cambiar.

Las adolescentes de hoy quieren olvidar la presión de esperar ser invitadas al baile y se atreven a preguntar si quieren asistir con ellas. Lindsay, de 17 años, estudiante de último grado de preparatoria en San Antonio, diseñó su propia "pedida" con un poema, una camiseta especial para la ocasión y un cartelón.

Mientras tanto, las parejas del mismo sexo son cada vez más visibles. Las citas entre dos son reemplazadas por grupos enteros de amigos que asisten juntos. Esta primavera, algunos jóvenes de Georgia utilizaron las redes sociales para poner fin a las fiestas de graduación con segregación racial en su ciudad.

Cuando asistí al baile de graduación a principios de la década de 1990, dudé entre mi deseo de ser pedida por el chico indicado y pasear en la limusina de los chicos cool, con el reto de aceptar que yo soy gay. Pasé una noche divertida, pero lejos de mi auténtico yo y de mi autoconfianza. La fiesta fue más como una tarea que tenía que hacer para mantener mi posición en la jerarquía social.

Tres décadas después de la entrada en vigor del Título IX de la Enmienda a la Educación, nuestra cultura aún tiene que decidir qué tan fuerte quiere que sean sus jóvenes.

A medida que descifremos la respuesta, la fiesta de graduación continúa siendo un parámetro de nuestra cultura para definir en qué se convertirán las siguientes generaciones.

Las opiniones recogidas en este texto pertenecen exclusivamente a Rachel Simmons.