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Héroes de CNN

Una mujer desafía a la tradición y lleva el cambio a su poblado en Kenya

Por Juan Andrés Muñoz

Por Kathleen Toner

Enoosaen, Kenya (CNN) -- Cuando tenía 14 años, Kakenya Ntaiya entró al establo que estaba detrás de su casa acompañada de una anciana que llevaba un cuchillo oxidado.

La multitud en su aldea masai observaba mientras Ntaiya se sentaba, levantaba su falda y abría las piernas. La mujer tomó las partes más íntimas del cuerpo de Ntaiya y en un instante las extirpó.

"(Fue) realmente doloroso. Me desmayé", recuerda Ntaiya, que ahora tiene 34 años. "Se supone que no debes llorar".

Durante generaciones, esta ceremonia fue un rito iniciático para todas las niñas masai, algunas de apenas 10 años. Poco después se casarían y abandonarían la escuela.

Cerca de 140 millones de mujeres y niñas en todo el mundo se han visto afectadas por la mutilación genital femenina, también conocida como circuncisión femenina. El procedimiento está comúnmente basado en creencias religiosas y culturales como parte de los esfuerzos por impedir el sexo premarital y las infidelidades conyugales.

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Aunque la circuncisión femenina y el matrimonio infantil ya están prohibidos en Kenya —las nuevas leyes que prohíben la mutilación genital han contribuido con el declive de la práctica— las autoridades reconocen que siguen ocurriendo, especialmente en las zonas tribales rurales. A pesar de que la educación primaria se volvió obligatoria hace 10 años en Kenya, la educación de las niñas no es prioridad para la cultura masai. Según el gobierno keniano, sólo el 11% de las niñas masai del país terminan la primaria.

"Eso significa que sus sueños de ser algo en la vida se desvanecen", dijo Ntaiya.

Sin embargo, cuando Ntaiya soportó el doloroso ritual en 1993, tenía un plan. Negoció con su padre: lo amenazó con huir a menos que le prometiera que podría terminar la escuela después de la ceremonia.

"En realidad me gustaba ir a la escuela", dijo. "Sabía que una vez que me cortaran, me casarían. Mi sueño de volverme maestra se esfumaría".

Los sueños como los de Ntaiya no eran lo común en Enoosaen, una pequeña aldea en el oeste de Kenya. Ntaiya se comprometió a los 5 años y pasó su infancia aprendiendo las habilidades para ser una buena esposa masai. Sin embargo su madre animó a sus hijos a buscar una vida mejor y Ntaiya siguió su consejo al posponer el ritual de madurez todo lo que pudo. Cuando su padre insistió, finalmente ella se mostró firme.

El atrevimiento de Ntaiya rindió frutos. Fue sobresaliente en la preparatoria y ganó una beca para estudiar en Estados Unidos. Su comunidad organizó un evento de recaudación de fondos para pagar su boleto de avión y a cambio, ella prometió volver para ayudar a su aldea.

Durante la siguiente década, Ntaiya se graduó, obtuvo un empleo en Naciones Unidas y más tarde hizo un doctorado en educación. Sin embargo, no olvidó la promesa que había hecho a los ancianos de la aldea.

En 2009, inauguró la primera escuela primaria para niñas en su aldea, el Centro Kakenya para la Excelencia. Actualmente, Ntaiya está ayudando a que más de 150 niñas reciban la educación y las oportunidades que ella obtuvo con tantos sacrificios.

El Centro Kakenya para la Excelencia inició como una escuela diurna tradicional, pero ahora las estudiantes —que cursan entre primaria y secundaria— viven en la escuela. Con esto, se evita que las niñas tengan que caminar kilómetros para ir y volver, lo que las pone en riesgo de ser atacadas sexualmente, un problema común en las comunidades rurales de África. También se garantiza que las niñas no pasen todo su tiempo libre haciendo quehaceres domésticos.

"Ahora pueden concentrarse en sus estudios… y en ser niñas", dijo Ntaiya. "Es la única forma en la que una niña tiene la oportunidad de superarse".

Se proporciona a las estudiantes tres comidas al día además de uniformes, libros y asesoría. También hay actividades extracurriculares como el consejo estudiantil, el club de debate y fútbol. Los grupos son pequeños —muchas de las escuelas de Kenya están extremadamente sobrepobladas— y las niñas tienen más oportunidades de participar. Con estas oportunidades y la atención individual que reciben, las niñas se inspiran para soñar en grande.

"Quieren estudiar medicina, aviación, leyes", dijo Ntaiya. "Es emocionante verlo".

A sólo cuatro años de su fundación, la escuela ya se encuentra entre las mejores de su distrito.

"Los padres ahora dicen: 'Mi hija podría ser mejor que mi hijo'", dijo Ntaiya.

Como es una escuela pública, el Centro Kakenya para la Excelencia recibe cierto apoyo económico del gobierno keniano. Sin embargo, la mayoría de los gastos de la escuela corren por cuenta de la organización no lucrativa de Ntaiya en Estados Unidos. Aunque se pide a las familias que paguen los alimentos de las niñas con maíz o frijoles, Ntaiya cubre la cuota de cualquier estudiante que no pueda pagarla.

Cada año, más de 100 niñas solicitan uno de los casi 30 sitios disponibles en el nuevo curso. Los padres que inscriben a sus hijas deben estar de acuerdo en que no se les sujetará a la mutilación genital ni al matrimonio prematuro.

Muchas familias están dispuestas a aceptar las condiciones de Ntaiya y esa es la clase de cambio que ella esperaba inspirar. Le tomó años reunir apoyo para el proyecto, pero a final de cuentas convenció a los ancianos de la aldea de que donaran un terreno para la escuela.

"Es todo un reto imponer un cambio. Los hombres están a cargo de todo", dijo. "Pero nada bueno llega en charola de plata. Tienes que pelear".

El jefe John Naleke, un anciano de la aldea, puede testificar sobre los poderes de persuasión de Ntaiya. En 2006, afirmó que no era necesario educar a las niñas. Sin embargo, ella se las arregló para ganarse su confianza y ahora es un socio importante en los esfuerzos.

Naleke dijo que los logros y el espíritu de Ntaiya la han vuelto un ejemplo y señaló que los aldeanos respetan que no haya olvidado su promesa.

"Varios de nuestros hijos se han ido a Estados Unidos a estudiar. Si no recuerdo mal, Kakenya es la única que ha regresado para ayudarnos", dijo Naleke. "Lo que nos dice nos conmueve… Trajo una escuela y la luz; está tratando de cambiar las viejas costumbres para ayudar a que las niñas tengan una vida nueva y mejor".

En 2011, Ntaiya se mudó a Nairobi, la capital de Kenya, con su esposo y sus dos hijos pequeños. Pasa la mitad del tiempo en Enoosaen, en donde disfruta de visitar a las niñas y ver su evolución.

"Cuando empiezan son muy tímidas", dijo. "(Ahora) tienen confianza; no hay palabras para describirlo. Es la cosa más hermosa".

Su organización no lucrativa también dirige campamentos de salud y liderazgo abiertos para todas las niñas de sexto año de la aldea, donde les enseñan sobre la circuncisión femenina, el matrimonio infantil, el embarazo en adolescentes y el VIH/sida.

"Les enseñamos sobre todos los derechos que tienen y les enseñamos a alzar la voz", dijo Ntaiya. "Se trata de empoderar a las niñas".

Ntaiya planea expandir su escuela en los próximos años para incluir grados menores. También quiere asesorar a las estudiantes de su primera generación cuando vayan a la preparatoria el próximo año y más adelante quiere abrir un centro de formación profesional para ellas. Espera que algún día la escuela sirva como modelo de educación para las niñas en toda África.

Sobre todo, Ntaiya quiere que las niñas tengan la oportunidad de llegar tan lejos como sus habilidades se los permitan.

"Regresé para que las niñas no tengan que negociar como yo para lograr sus sueños", dijo. "Por eso me levanto todas las mañanas".

¿Quieres involucrarte? Visita el sitio web del Centro Kakenya para la Excelencia: www.kakenyasdream.org y descubre cómo puedes ayudar.