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“Realmente no sabemos qué vamos a hacer”, dicen sobrevivientes de Haiyan en Tacloban

Por Sebastián Jiménez Valencia

Por Jethro Mullen, CNN

(CNN) — Personas caminan entre escombros en la oscuridad y evitan charcos de agua sucia que dejaron las lluvias torrenciales. Se sientan a lo largo de las calles, entre montones de restos humanos y se acurrucan alrededor de pequeñas fogatas que usan para cocinar sus alimentos.

Esta es la vida en el poblado de Tacloban tras el paso del tifón Haiyán que destruyó Filipinas. O, más exacto, los intentos de la gente por aferrarse a la vida. En los últimos seis días ha habido un gran cambio en la ciudad ubicada en el océano Pacífico, a unos 575 kilómetros de Manila.

El súpertifón Haiyan golpeó esa zona el viernes pasado con vientos sostenidos de 315 kilómetros por hora y ráfagas de 380.

La evidencia de la fuerza de Haiyan está por todas partes: la mayoría de los edificios están dañados si no es que destruidos. Cuerpos hinchados de perros yacen en el suelo junto a bolsas de plástico que contienen cadáveres humanos.

Mientras la intensidad sorprendió a algunos, la mayoría de los residentes sabía que algo grande se acercaba.

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May May Gula, de 30 años, estaba entre quienes atendieron la indicación de las autoridades para buscar refugio en el Centro de Convenciones de Tacloban. Ella y otros consiguieron subir a los niveles superiores cuando la devastadora tormenta llegó del mar.

Muchos de los que permanecieron en la planta baja murieron o resultaron heridos, de acuerdo con Gula y su amiga, Lina Reforzado.

Este jueves, Gula y sus familiares se acurrucaban en un cuarto de una planta baja de un edificio junto con otras siete familias.

Sus casas están destruidas, ellos y otros han transformado edificios en lugares donde vivir. La ropa cuelga de los pisos superiores y los refugios hechos de escombros han aparecido en los alrededores.

Por primera vez en una semana, este jueves probaron arroz, la base de la dieta filipina. Lo obtuvieron en una entrega en las afueras del Centro de Convenciones y no saben cuándo recibirán el próximo.

“Realmente no sabemos qué vamos a hacer”, dice Gula.

Pese a la falta de perspectivas, en Tacloban comienzan a verse algunas escenas de normalidad, como vendedores ofreciendo carne de puerco en medio de una carencia de alimentos extrema.