La bandera

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(CNN Español) -- Crecí en un país en el que la bandera era una cosa sagrada. Ahora vivo en un país en el que se protege el derecho a profanar la bandera. Por tanto, la polémica por la bandera confederada, que sacude a EE.UU., me resulta ante todo, fascinante.

La bandera confederada fue la que adoptaron los estados secesionistas —y favorables a la esclavitud—.

Tras la masacre de Charleston, que dejó nueve feligreses negros muertos a manos de un joven blanco que posó alguna vez con esa bandera, y que estaba dispuesto a iniciar una “guerra racial”, EE.UU. parece decidido a tomar el toro por los cuernos y a hablar de un símbolo que lo divide desde la Guerra Civil.

Quien como yo suele viajar por el sur de este país —que sigue siendo parecido a como lo describió Truman Capote: rural e indescifrable—, se ha topado una y otra vez con esa bandera, que parece sacada del set de rodaje de "Lo que el viento se llevó".

Y uno se pregunta: ¿Por qué todavía ondea en ciertos lugares públicos, incluidos edificios oficiales? Pero al mismo tiempo se pregunta: ¿hasta dónde deben ser respetados los llamados símbolos patrios? ¿Respetados o idolatrados? Y esa bandera confederada, ¿es un símbolo patrio? ¿Qué es un símbolo patrio y a quién representa si lo esgrimen los que menosprecian a la gente y son capaces de sembrar de balas una iglesia?

"Nadie es la patria. Ni siquiera los símbolos", aseguró Jorge Luis Borges, sin importarle que lo traducirán los patrioteros.

"Patria, palabra triste, como termómetro o ascensor", dejó escrito Pablo Neruda.

Yo, sin embargo, me quedo con la "definición" de Mario Benedetti: "Quizá mi única noción de patria sea esta urgencia de decir Nosotros".

Por eso me parece fascinante lo que está ocurriendo con la bandera confederada. Por cada uno de nosotros, vivamos donde vivamos.