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Opinión

Bill de Blasio: Un llamado moral por la igualdad

Por Bill de Blasio

Nota del editor: Bill de Blasio es el alcalde de la ciudad de Nueva York. Las opiniones expresadas en esta columna son exclusivas del autor.

(CNN) -- A veces, la historia nos sorprende. Y a veces es bastante predecible.

Soy uno más de los millones de neoyorquinos que esperamos con ansias la llegada del papa Francisco este jueves que, seguramente, es uno de los momentos más extraordinarios —y extraordinariamente gozosos— en la historia de nuestra ciudad.

Su Santidad es más que el líder de los 1,200 millones de católicos en el mundo: es también un formidable mensajero para millones de personas a quienes, por décadas, han quedado abandonados o rezagados.

Bill de Blasio

El papa Francisco ha criticado el sistema económico que se basa en la “mentalidad de obtener ganancias a cualquier precio", un sistema ajeno a como las familias trabajadoras luchan cada día —incluso mientras los más adinerados ven crecer sus riquezas. El papa ha concebido un cambio radical en la manera en que trabaja el mundo con respecto a los comercios, a fin de enfrentar enérgicamente la amenaza que presenta el cambio climático a nuestra existencia.

El papa tiene una visión potente de un mundo distinto —un mundo inclusivo, basado en la justicia y el respeto por la humanidad que compartimos. Y no hace simples comentarios de la situación actual, sino que nos llama a todos, desde jefes de estado hasta ciudadanos comunes, a tomar medidas.

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El pontífice nos exhorta a hacer cambios necesarios para proteger a nuestro planeta, y tratar a todas las personas con compasión y dignidad, poniendo en acción su creencia de que "el dinero debe servir —no regir".

Con esta labor, el papa Francisco se ha convertido en una de las voces más fuertes del mundo en criticar la desigualdad que socava a sociedades de todo el planeta.

Y ese espíritu es el que está guiando nuestras acciones.

En Estados Unidos, una coalición de líderes introdujo en mayo la Agenda Progresista, un plan de 14 puntos que llama a realizar cambios a nivel federal, para que todos los estadounidenses se rijan por las mismas reglas. Podemos hacer esto aumentando el sueldo mínimo, aprobando una reforma inmigratoria integral, y exigiendo a millonarios y billonarios que paguen lo que les corresponde de impuestos, cerrando brechas en el código tributario como el interés acumulado o el resquicio de los impuestos a los presidentes ejecutivos.

En Nueva York, estamos haciendo todo lo posible para poner la Agenda Progresista en acción, y nuestras familias están viendo surgir sus posibilidades. Más de 65.000 niños de 4 años están inscritos en programas de prekínder gratis y de día completo, y medio millón de trabajadores más tienen derecho a días de enfermedad para cuidar su salud o la de un pariente enfermo. sin temor a perder sus trabajos.

Nuestro esfuerzo para combatir la desigualdad incluye la construcción de 200.000 unidades de vivienda asequible —suficiente para darle techo a medio millón de neoyorquinos— y el lanzamiento de IDNYC, un programa para darle identificación municipal a más de medio millón de residentes indocumentados.

A largo plazo, hemos trazado el plan OneNYC para construir una Nueva York más fuerte y más justa. OneNYC también refleja la creencia de que una ciudad con más fuerza, sustentabilidad y capacidad para resistir desastres humanos o naturales, debe ser también una ciudad más equitativa. Nuestro plan tiene metas ambiciosas, incluyendo reducir en 80% las emisiones de gases invernadero para el año 2050 y sacar a 800,000 neoyorquinos de la pobreza para el 2025, entre otras.

No tenemos tiempo que perder o para aceptar cambios paulatinos. En la actualidad, casi la mitad de los neoyorquinos viven cerca o por debajo del nivel de pobreza. Casi 12,000 familias con niños en nuestra ciudad están viviendo en albergues para desamparados, y en 30% de esas familias sólo un adulto tiene empleo.

Ellos, como muchos otros neoyorquinos, están luchando con todas sus fuerzas para superar los factores económicos que han creado una Nueva York de dos caras —un contraste que mi administración trata de corregir todos los días.

Y como nos recuerda el papa Francisco al proveer bolsas de dormir para aquellos que pasan la noche en las calles, comidas en el Vaticano para los que tienen hambre y visitas personales espontáneas a los que están desesperados, estas y todas las personas que no tienen un hogar son seres humanos, no cargas anónimas.

Trabajamos para honrar el reconocimiento universal que el papa le ha dado a la humanidad que existe en todos nosotros, y para crear en Nueva York una sociedad equitativa que exprese nuestros más elevados ideales.

Es una sociedad donde cada niño pueda recibir una educación que lo encamine hacia el éxito sin importar su código postal; donde los inmigrantes sean bienvenidos y reconocidos por sus aportes a nuestra sociedad; donde nuestros ciudadanos más vulnerables tengan una oportunidad de salir de la pobreza; y donde el acceso a cuidado de salud no dependa del monto de su salario. Una sociedad que trata a nuestro planeta, entendiendo que nuestra sobrevivencia depende de él.

Estamos ansiosos de que el papa Francisco comparta esa visión directamente con millones de neoyorquinos de toda procedencia, credo, religión e ingreso. Y esperamos que sea un momento de profunda unidad entre todos nosotros, un momento para que enfrentemos valientemente los retos que nos acechan.

Sabemos que esta visita hará historia en la ciudad de Nueva York. Aprovechemos este momento para impulsar un verdadero cambio en la sociedad y la política de Estados Unidos —para toda la gente fantástica de esta ciudad y de esta nación, no sólo para unos cuantos afortunados.