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Opinión

La guerra sucia: ¿tortura o técnicas de interrogación?

Por Camilo Egaña

Nota del editor: Camilo Egaña es el conductor de Encuentro. Las opiniones expresadas en este artículo son exclusivas del autor.

(CNN Español) -- Cuando parecía que el tema había sido relegado al ático, salta la liebre.

La organización no gubernamental Human Rights Watch ha pedido al Gobierno de Estados Unidos que el expresidente George W. Bush y varios funcionarios de su administración sean investigados por la vía penal por haber creado, autorizado e implementado el programa de torturas practicadas por la CIA, como el ahogamiento simulado o la privación del sueño, a sospechosos de terrorismo tras los atentados del 11 de septiembre de 2001. Para Bush aquello no era tortura sino "técnicas reforzadas de interrogación".

Human Rights Watch dice que "hay pruebas sustanciales para apoyar la apertura de nuevas investigaciones" contra esos funcionarios, algunos de los cuales, como el ex vicepresidente Dick Cheney, jamás se han mostrado arrepentidos. Todo lo contrario.

La verdad es que como recuerda el informe de HRW, "nadie con una responsabilidad real por estos crímenes ha rendido cuentas", pese a la presión de la sociedad civil y de la investigación criminal que en 2012 emprendió el gobierno de Obama.

Entonces se dijo que fueron violadas las leyes federales sobre interrogatorio de detenidos fuera de EE.UU, pero "por falta de pruebas", nadie fue incriminado.

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La administración Bush dijo que aquellos interrogatorios fueron supervisados por profesionales médicos.

Que el poder se apoyara en el aval de ciertos psicólogos, resultó demoledor.

En julio pasado, la Asociación Americana de Psicología pedía disculpas y admitía que había ocultado su apoyo a los controvertidos programas de interrogación de la CIA. La admisión llegó catorce años después y tras haberlo negado una y otra vez.

Que conste: no era esa la primera vez en que psicólogos y militares se aliaban en Estados Unidos. Y los más lúcidos no creen que sea la última.

Quienes apoyan la tortura, siempre y cuando se trate de recabar información que “permitan salvar las vidas de gente inocente", se mienten a sí mismos, se colocan al mismo nivel de los verdugos y convierten  la barbarie en regla de conducta.

Que eso lo haga un gobierno es imperdonable y muy peligroso, incluso para los que apoyan a ese gobierno.