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Esto es una prueba

Francisco en Mexico

Francisco en México

Tras las huellas del papa Francisco

Por José Levy

Unos días después de fallecer Juan Pablo II, a la sala donde estábamos los periodistas de CNN en el Vaticano se me acercó el padre Guillermo Marcó, vocero del entonces cardenal Jorge Mario Bergoglio. Sus palabras me conmovieron: “el cardenal Bergoglio me ha enviado en especial para que te busque en las salas de prensa y agradecerte así personalmente, en su nombre, tu cobertura de un momento central de su vida como fue el fallecimiento de Juan Pablo II”. Ahí comencé a sentir de primerísima mano ese ser especial que es el ahora papa Francisco. Muchos me agradecieron la cobertura cuando ocasionalmente se encontraban conmigo en distintos lugares, pero nadie más que el cardenal Bergoglio tuvo ese detalle tan humano de enviar a alguien en especial para agradecerme en su nombre.

El padre Marcó añadió: “me dijo transmitirte que se emocionó contigo y que lo hizo por dos motivos centrales, por un lado por tu forma de cubrir un momento tan importante para su propia vida y por otro saber que eres judío, y siéndolo, podías transmitir sentimientos tan profundos”.

Desconozco si yo podía ser uno de los tantos comunicadores que él tenía en mente cuando, en su primera audiencia pública tras ser nombrado Pontífice, la cual quiso realizarla precisamente con los medios de comunicación presentes en Roma, nos dijo: “Yo sé que muchos de ustedes no son creyentes, o incluso no son católicos, pero yo les agradezco su presencia aquí, su trabajo, porque todos somos hijos de Dios”. Muchos de los que nos encontrábamos en la Sala Pablo VI del Vaticano nos sentimos emocionados al ser recordados por él en un momento tan simbólico. De hecho, estas fueron las primeras declaraciones públicas que pronunció en su idioma materno, el español, tras ser elegido Papa.

“Ah! ¿Es para mí?”

Meses después, tuve la oportunidad de agradecerle personalmente las palabras de reconocimiento que me transmitió en su nombre el padre Marcó. Concretamente durante una de las Audiencias Generales que suele realizar todos los miércoles por la mañana en la Plaza de San Pedro. Fue para mí impresionante que cuando el Papa se me acerca y de pronto me reconoce y lo hace con una espontaneidad especialmente efusiva, exenta de cualquier protocolo, de la misma forma que se saluda a una persona que conoces muy de cerca y de pronto, de manera inesperada, te la encuentras en tu camino “¡Cuánta sencillez y autenticidad!”, me decía a mí mismo al recordar ese momento, para mi memorable.

Inmediatamente después del saludo, le presenté a las personas que me acompañaban, mientras él escuchaba con paciencia y respondía a cada una de ellas con alguna expresión improvisada y bonita. Algo excepcional cuando se trata de alguien que saluda a miles y miles de personas. Aproveché para regalarle el libro que escribí “Testigo Directo-Viviendo la noticia con CNN”, donde una parte importante son mis coberturas de temas vaticanos, muy especialmente con Juan Pablo II.

En esa misma ocasión, otro momento entrañable fue cuando le regalé un rosario sencillo de madera que había traído de Tierra Santa, adquirido justo al lado de la Iglesia del Santo Sepulcro, el lugar más sagrado de la Cristiandad. Me lo bendijo, pero cuando me lo iba a devolver se sorprendió cuando le dije que era un obsequio personal: “Ah! ¿Es para mí?”, reacciono. Me di cuenta que el Sumo Pontífice es alguien acostumbrado a bendecir los rosarios y devolverlos, pero no tanto a recibirlos. Nuestra conversación finalizó cuando una niñita a mi lado, visiblemente emocionada, se le acercó y Francisco, reacio a rechazar a nadie, le respondió con una sonrisa entrañable, como si fuera ese abuelo cercano, ese ser humano especial que en el mundo en el que nos ha tocado vivir pareciera ser cada vez más necesario.

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Durante esa Audiencia General en la Plaza de San Pedro me llamó la atención que tras saludar a los miles de personas presentes, se bajó del Papamóvil y antes de dirigirse a donde nos encontrábamos, a la entrada de la Basílica, se encaminó a una larga fila de un centenar de personas, todas con algún tipo de discapacidad las cuales, en sillas de ruedas, también querían recibir su abrazo. Para mi fue conmovedor ver cómo con cada uno de los presentes intentaba, con más o menos éxito, desarrollar una conversación, para la cual era necesario a menudo la ayuda de los acompañantes. Esa etapa de dirigirse con paciencia a todos y cada uno de esos humanos con alguna discapacidad, se prolongó durante cerca de una hora. Algo encomiable aún más cuando comenzó a caer un poco de lluvia, pero él continuaba impasible con los saludos, ajeno totalmente al agua a su alrededor. Junto a esto y para mi asombro, en la Guardia Suiza encargada de su seguridad, nadie intentó protegerlo con un paraguas. Cuando increpé sobre el tema a uno de los gendarmes vaticanos que tenía a mi lado, él me contesto con un simple: ”es el propio Papa el que no permite que se le moleste con el paraguas”. Un tanto anonadado, mi respuesta fue entonces “pero es que para alguien de su edad puede ser peligroso”. Solo cuando la lluvia comenzó a ser más fuerte y con la sotana blanca ya empapada, es cuando que, por fin, uno de los presentes pudo cubrirlo con un paraguas protector.

En el avión con el papa

Una nueva oportunidad de intercambiar unas palabras con este Papa fue durante un Congreso de Scholas Ocurrentes, una Red Mundial de Escuelas para el Encuentro inspirada por Francisco para vincular a los colegios del mundo. Tras la clausura y junto a sus dos directores mundiales, Jose Maria del Corral y Enrique Palmeyro, pude expresarle al Pontífice la urgencia con la que hay que actuar para llegar a hacer un mundo mejor. Me dirigía a él con la dudosa autoridad de alguien que a diario le toca cubrir los horrores más espeluznantes, mucho de los cuales sus autores esgrimen haberlos cometidos en nombre de la fe. “Nadie puede usar el nombre de Dios para cometer atrocidades”, afirmó tajante en repetidas ocasiones.

En agosto del año pasado acompañé a Francisco, ser parte del grupo de periodistas que integrábamos el séquito de la Santa Sede, en los seis vuelos de su primer viaje a países de habla castellana: Ecuador, Bolivia y Paraguay. Poco después de despegar de Roma hacia Quito, cuando ya el avión de Alitalia había adquirido su altura de crucero, fue que el propio Francisco el que llegó a la parte de atrás del aparato para poder saludarnos a todos los presentes, uno por uno, intercambiando unas palabras con todos los que nos encontrábamos en el avión. En esa breve conversación conmigo de un par de minutos sentí de nuevo esa necesidad urgente suya de que la religión sirva para unir y no para dividir a los seres humanos.

Un encuentro con jóvenes

La siguiente visita papal a las Américas fue en septiembre del 2015, a Cuba y a Estados Unidos, donde si bien no estuve en los vuelos de Francisco, sí que tuvimos la oportunidad en CNN en Español de colaborar con Scholas Ocurrentes en un evento de gran importancia simbólica pues, por primera vez, un Papa pudo conversar vía satélite y de manera simultánea con jóvenes en La Habana y en Nueva York. El mismo Francisco a quien los presidentes que unos días después iban a ser sus anfitriones, Raúl Castro y Barack Obama, habían agradecido su papel central en el restablecimiento de los vínculos entre ambas naciones, conversaba con adolescentes en ambos lugares y sellaba así esos puentes de amistad y fraternidad entre pueblos que él considera fundamentales como base de cualquier relación humana.

No era una labor logística simple pues en cada uno de los tres lugares se tenía que ver a los otros dos, o sea hablamos de seis conexiones satelitales simultáneas. Además, al ser el intercambio bilingüe, en cada uno de los emplazamientos tenía que haber la capacidad de escuchar lo que se decía en inglés o en español, traducido al idioma deseado.

Un momento clave de esa conversación intercontinental vía satélite que se prolongó durante cuarenta minutos fue cuando, de forma inesperada, el Papa saco una bala de su sotana y dijo que la había recibido esa misma mañana de un niño refugiado sirio. Entonces fue Jose Maria del Corral, director mundial de Scholas Ocurrentes, quien le sugirió al Papa enterrar simbólicamente ese proyectil con sus manos en la arena del árbol de olivo que el propio Francisco tenía preparado a su costado, con la idea de plantarlo en el evento. ¡Cuánta emoción había en la sala cuando el Sumo Pontífice sepultaba a esa bala, con el deseo de que en el mundo sea al final el simbolismo del olivo el que se imponga sobre el de la bala!

Al finalizar el evento, los presentes saludamos al Papa. Entre ellos se encontraba la directora general de CNN en Español, Cynthia Hudson, quien le regaló al Papa un bolígrafo en nombre de nuestra compañía. Entonces aproveché para contarle a Francisco una breve anécdota sobre una de las coberturas que hice en el pasado. Resulta que en 1991, cuando Mijail Gorbachov iba a firmar el fin de la Unión Soviética, la tinta de su estilográfica se atoró. Uno los presentes en la ceremonia, el presidente de CNN Tom Johnson, le ofreció su bolígrafo y fue con él, “con tinta CNN”, como se rubrico ese momento histórico tan decisivo para la historia de la humanidad. “Ojala que usted pueda firmar con este bolígrafo grandes momentos de paz”, le dije.

Conciencia de la Humanidad

Cubrir tantos momentos centrales de la Iglesia Católica y hacerlo siendo yo judío no deja de ser fascinante. El propio Francisco me lo ha recordado con enorme simpatía en más de una ocasión. También, por ejemplo, pude ver la actitud tan respetuosa, e incluso de cierto agrado, de miembros centrales de la Iglesia cuando escucharon que tuve que interrumpir mi cobertura de esa gira a Cuba y Estados Unidos para poder respetar el Día del Perdón judío. Mi impresión grata entonces era que quizá aquellos que viven con más intensidad la religión, sea la que sea, son los que más aprecian que uno ponga en un lugar tan de privilegio convicciones que aunque puedan ser como es en mi caso, tradicionalistas, están basadas en la fe.

Cubrir tantos momentos centrales de la Iglesia Católica y hacerlo siendo yo judío no deja de ser fascinante

Por último, querría destacar un pensamiento para mi fundamental en lo que respecta a este Papa. Francisco se ha convertido en un líder global que este mundo necesitaba. Alguien que trasciende culturas, trasciende religiones y dice cosas incomodas que no siempre es agradable escuchar pero que son necesarias. Como por ejemplo, abandonar esa “Cultura del Descarte” en la que vivimos y que hace que todo aquello que no nos es útil lo dejemos de lado. El respeto a los ancianos, a las personas con discapacidad, a los presos en las cárceles. La necesidad de que haya una mayor solidaridad, justicia social, que nos permita combatir la pobreza e incluso eventualmente luchar contra el hambre en el mundo. Alguien que nos destaca la urgencia de velar por esa Casa Común que es el Planeta Tierra y que, sin que nos importe demasiado, estamos destruyendo. Todo esto trasciende culturas, trasciende religiones y creo que transforman a Francisco en esa “Conciencia de la Humanidad” que tanto el mundo necesita hoy.

Acerca del autor

José Levy

José Levy es Corresponsal Internacional Principal y Corresponsal Jefe en el Medio Oriente de CNN en Español. Es además autor de los libros “Testigo Directo-Viviendo la Noticia con CNN” y “Terror Alerta ISIS”, ambos de Editorial Planeta. Este último fue declarado de “Interés Cultural” por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Es Doctor en Filosofía (PhD) de la Universidad Hebrea de Jerusalén y Profesor Honorario de la Universidad de Santa Maria en Venezuela.