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Opinión

2017: ¿un año de esperanza o de miedo?

Por Julian Zelizer

Nota del editor: Julian Zelizer es profesor de Historia y Asuntos Públicos en la Universidad de Princeton y becario de New America. Es el autor de 'Jimmy Carter' y 'The Fierce Urgency of Now: Lyndon Johnson, Congress, and the Battle for the Great Society'. Las opiniones en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.

(CNN) -- Es seguro que el 2017 será un año que estará en los libros de historia.

En el mundo de la política, no hemos visto algo como esto en la historia reciente, o tal vez nunca. Donald Trump estremeció a Estados Unidos con una victoria electoral que casi nadie vio venir. Su campaña, su imagen, su estilo y su retórica no se parecían a nada de lo que habíamos visto en un candidato político tradicional, mucho menos en un vencedor.

Tras este año tan turbulento, no es fácil saber hacia dónde se va a dirigir Estados Unidos, pero he aquí algunos de los más grandes asuntos políticos que podrían dominar el próximo año:

¿Podemos incrementar la seguridad de la clase media?

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Si hubo un gran asunto que estuvo en el centro de estas elecciones, es el hecho de que los estadounidenses de clase media están en problemas.

Incluso aunque los indicadores económicos son buenos, muchas familias estadounidenses no sienten que su futuro esté asegurado. Ven una creciente división económica entre ricos y pobres, temiendo que ellos y sus hijos caerán al fondo de la pobreza.

Les está yendo mucho mejor en términos de empleo y ganancias que hace algunos años, pero la clase de empleos de los que disfrutan parecen menos estables que durante el apogeo de los sindicatos, con pocos beneficios y peores perspectivas de movilidad ascendente. Con los crecientes costos de la educación y la salud, se preocupan sobre cómo le irá a sus hijos.

Este asunto animó a los seguidores de Bernie Sanders en las primarias demócratas. La ansiedad económica llevó a millones de votantes a elegir a Donald Trump sobre Hillary Clinton, creyendo que un cambio fundamental al statu quo es esencial en este momento si sus comunidades van a ser reconstruidas.

Cualquiera que sea la división entre los partidos, hay un factor común en este básico problema. La cuestión será si el gobierno de Trump decide actuar sobre esas inquietudes, y hacerlo de manera que los demócratas puedan darle su apoyo.

¿Cómo podemos fortalecer nuestras políticas de contraterrorismo?

Esta es la hora de reformar completamente nuestra política antiterrorista.

A raíz de la irrupción de ISIS, Estados Unidos y el mundo han estado progresivamente enfrentando la problemática amenaza de una dispersada red terrorista que depende de lobos solitarios que cometen horrendos crímenes en su nombre.

Los tipos de ataques que estamos viendo ahora podrían ser considerados como acciones contra "objetivos suaves", tales como mercadillos y clubes nocturnos, que usualmente no están en el foco de los grandes operativos de seguridad.

Además, los actos terroristas son a menudo cometidos por individuos trastornados que han proclamado su fidelidad a ISIS, incluso si han tenido una pequeña conexión con el grupo.

Como nación y como comunidad internacional, hemos fallado en hacer funcionar una estrategia efectiva para combatir estas amenazas. Necesitamos repensar nuestras medidas de seguridad y desarrollar una mejor manera para identificar a los individuos que puedan ser problemáticos. También necesitamos dirigir nuestras operaciones de seguridad hacia objetivos suaves y no simplemente hacia grandes sitios turísticos. Hasta que hagamos eso, viviremos en un filo permanente.

¿Son firmes nuestras instituciones democráticas?

La cuestión de si nuestras instituciones democráticas pueden resistir a la presidencia de Trump ha sido puesta en la mesa por sus más fuertes críticos. El candidato independiente Evan McMullin ha estado al frente del grupo, escribiendo un número importante de artículos en los que advierte que ve tendencias autocráticas y totalitarias en el nuevo presidente que amenazan la libertad de prensa, otras libertades civiles, y más.

El entendimiento expansivo del poder por parte de Trump pondrá en alerta y en una posición defensiva a las otras ramas del Gobierno. Los conservadores que han estado criticando a los demócratas por la demasiada interferencia del Gobierno en la economía, se han estremecido cuando el presidente electo ha repartido golpes contra negocios específicos y ha comenzado a advertir que si mueven sus plantas al extranjero, tomará acciones punitivas contra empresas particulares.

Su rechazo a tomar medidas significativas para eliminar los potenciales conflictos de intereses que existen con su imperio de negocios ha levantado las alarmas acerca de si este presidente tomará grandes decisiones en lo concerniente a políticas nacionales como a relaciones exteriores con la mirada puesta más en los resultados de los negocios familiares que en los intereses de la nación.

Aunque las quejas sobre un excesivo poder ejecutivo y abuso de autoridad son perennes en política, las genuinas preocupaciones acerca de la salud de las instituciones democráticas son más intensas hoy que en cualquier momento en la historia reciente.

¿Qué le pasa al periodismo estadounidense?

El periodismo estadounidense puede legítimamente ser visto como en estado de crisis. Este año pasado fue expuesto a un número de desafíos estructurales, profesionales, y tecnológicos que están sacudiendo el núcleo de esta industria. Las presiones comerciales que enfrentan las grandes organizaciones noticiosas en televisión e impresas han llevado a menudo a la búsqueda de historias que pueden no ser dignas de tanta atención, pero que garantizan muchas miradas.

Tenemos un entrante gobierno que claramente desafiará a la prensa de un modo que no hemos visto desde que Richard Nixon y su vicepresidente, Spiro Agnew, decidieron ir en contra de los "magnates charlatanes del negativismo" al retenerle informaciones a los periodistas y evitar tanto como se pudiera el contacto directo. Las redes sociales le dan a Trump la oportunidad de llegarle a sus seguidores mientras pasa por encima de los medios tradicionales.

Trump no duda en atacar directamente a los periodistas, tal como lo ha hecho vía Twitter, en un ambiente de redes sociales tóxico que estimula ataques mordaces de parte de sus seguidores. El fenómeno de las noticias falsas y la voluntad de actores políticos de decir cosas que son evidentemente falsas obliga a los periodistas a preguntarse cómo manejar este tipo de información mientras se adhieren a estándares profesionales de alto nivel.

Todos esos desafíos se han estado fermentando desde hace algún tiempo, no son una invención del 2016. Pero estas elecciones los pusieron en la palestra del debate nacional y, por alguna razón, revelaron las peligrosas consecuencias que puede producir esta era del periodismo.

¿Qué le pasa a los genios a los que se les ha liberado de la botella?

Aunque muchos republicanos están actuando como si pudieran pasar rápidamente por debajo de la reciente campaña republicana, no pueden hacerlo. Ignorar la virulencia de este año minimiza enormemente las fuerzas muy oscuras que surgieron a lo largo de la campaña de Donald Trump.

A través de sus polémicas y controversiales declaraciones, Trump movilizó algunos de los más reaccionarios elementos del electorado. Sus propias palabras acerca de que los inmigrantes ilegales son "violadores y asesinos", sus improperios sexistas, sus ataques contra el islam y su vacilación en desvincularse de gente como David Duke le dieron energía a grupos marginados de estadounidenses que han estado furiosos con la dirección pluralista de la sociedad nacional desde los sesenta.

El solo hecho de que la campaña se haya acabado y de que Trump esté mudando hacia el modo "gobernanza" no significa que todos los votantes y organizaciones impulsados por su campaña se vayan. Les gustó Trump porque creyeron que era su candidato. No puedes jugar con esas pasiones políticas para propósitos políticos y luego asumir que están olvidados. Que los demócratas y los republicanos pueden rechazar a estas fuerzas, será una parte esencial del próximo año. Tal como los promotores del miedo han descubierto en el pasado, a menudo es imposible revertir el daño que han causado estas campañas. El aumento de los crímenes de intolerancia que ha seguido a las elecciones podría ser sólo una prueba de las cosas que se vienen por delante.

¿Qué harán los demócratas?

Este será un asunto urgente para el partido perdedor. Los demócratas fueron realmente vapuleados en estas elecciones. Con un gobierno unido, los republicanos pueden ahora llevar a cabo inmensos cambios si se mantienen en la misma página.

No está claro que los demócratas sepan lo que van a hacer. Algunos de ellos sienten que necesitan cooperar con el Gobierno, buscando posibles áreas de acuerdo.

Otros se oponen a cualquier propuesta de trabajar con Trump por lo que él representa y la amenaza radical que él, su gabinete y el Congreso republicano plantean a la red de seguridad social. Ellos han visto cómo a los republicanos les ha ido bien políticamente obstruyendo todo durante la presidencia de Obama. Y ahora sienten que no hay razón para que no puedan hacer lo mismo.

La batalla por quién debe dirigir el Comité Nacional Demócrata se ha convertido en un debate sobre quién tiene la mejor visión para reconstruir el músculo electoral y organizativo de los demócratas tras haber sufrido tantos golpes desde el 2010, con un mapa político que se vuelve cada vez más rojo.

Los demócratas tendrán que empezar a tomar grandes decisiones sobre cómo responder en los primeros meses del Año Nuevo. La primera batalla podría ser cuando Trump proponga la Ley de Infraestructura. También tendrán que decidir sobre cómo responder si el presidente Trump utiliza el Poder Ejecutivo para comenzar a deshacer los progresos que tuvo Obama en cuestiones fundamentales como el cambio climático, alejándose tal vez del Acuerdo de París o en la reforma de la justicia penal en lo que a sentencias se refiere.

¿Iremos a la guerra?

La posibilidad de un gran conflicto militar puede haber aumentado con el resultado de las elecciones. Trump es alguien a quien no le importa ser provocador y ha hecho unas declaraciones extremadamente duras sobre cómo planea enfrentarse a amenazas como ISIS, aunque a veces le suene como un tema aislado y se haya pronunciado en contra de una construcción de nación. A pocos días de ganar la presidencia, recibió una llamada de la líder de Taiwán, Tsai Ing-wen, un claro golpe a la política de "una sola China" que Estados Unidos ha seguido desde los años setenta, y siguió echándole fuego a la polémica con sus tuits sobre la última superpotencia comunista.

Es solidario con un gobierno ruso que puede fácilmente crear situaciones explosivas en todo el mundo. También hay muchas personas que lo siguen a la letra, como el asesor de Seguridad Nacional, Mike Flynn, y el posible Secretario Adjunto de Estado, John Bolton, quienes pueden estar dispuestos a usar la fuerza militar como primer recurso. ¿La abundancia de generales en el gabinete conducirá a una preferencia por el uso de la fuerza militar sobre la diplomacia?

Estamos viviendo en tiempos intensos. La guerra civil en Siria ha traído consigo un desastre humanitario que probablemente no termine pronto. Un envalentonado presidente ruso, Vladimir Putin, dará más apoyo al brutal régimen del presidente sirio, Bachar al Asad. Estos existentes conflictos, con un presidente estadounidense con una visión aún más atrevida, deja al mundo con una gran expectativa sobre lo que viene.

El asunto concreto más importante que estará sobre la mesa es el acuerdo nuclear de Irán. Aunque este acuerdo fue extremadamente polémico cuando se puso en marcha, ahora se ha puesto en funcionamiento. Incluso críticos como el general James Mattis, nominado para secretario de Defensa, no creen que sea posible revertirlo. Pero si Trump usa su poder ejecutivo para deshacer el acuerdo, esta sería la primera señal clara de que nos estamos acercando a una peligrosa guerra con Irán.

Estados Unidos entra dividido al 2017, con una parte temiendo a las consecuencias de una presidencia de Trump y con la otra con la gran expectativa de que nos embarcaremos en un cambio positivo. Veremos pronto quién está en lo correcto.