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Opinión

La guerra de Trump contra la verdad es realmente desconcertante

Por Nic Robertson

Nota del Editor: Nic Robertson es el editor diplomático de CNN Internacional. Las opiniones expresadas en este artículo pertenecen al autor.

(CNN) -- El temprano afecto que demostró Donald Trump por el presidente ruso, Vladimir Putin, regresa para perseguirlo. Rusia se ha convertido rápidamente en el fantasma que no puede exorcizar.

Esta semana, está enfrentando peticiones para que su segunda elección de gabinete renuncie, luego de que se revelara que el secretario de Justicia, Jeff Sessions, no había mencionado sus reuniones con el embajador ruso, Sergey Kislyak, en su audiencia de confirmación el mes pasado. Trump estará decepcionado de que esta nueva discordia haya estallado muy poco tiempo después de su ampliamente aclamado discurso ante el Congreso, en el que no mencionó ni una sola vez a Rusia.

Tuvo poco que decir sobre política exterior, excepto acerca de la voluntad de "encontrar nuevos amigos" y de "forjar nuevas asociaciones". Su fracaso en mencionar a Moscú podría deberse a que finalmente se dio cuenta de que el tema ahora es demasiado tóxico como para tocarlo. Donde había una vez un poco de calor, ahora hay un escalofrío. Pocas horas antes de que Trump hablara, el viceministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Sergei Ryabkov, dijo que las relaciones en este momento estaban en el punto más bajo desde la Guerra Fría.

Cada vez resulta más claro que Putin está decidiendo que esa relación cuasi romántica podría haber llegado a su fin. La hostilidad abierta en los años de Obama puede extenderse a la presidencia de Trump.

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Desde la elección, la guerra cibernética de Rusia contra Occidente ha sido arrastrada lentamente al centro de la atención, y queda está claro si el Kremlin está contento con ello. Esta guerra en la que no sólo se hackea, sino que también se trollea y se fabrican estrategias.

En las casi dos décadas que ha sido presidente, Putin ha silenciado a críticos y periodistas en su país. Las instituciones de medios independientes han sido aplastadas de manera efectiva, lo que significa que muchos rusos reciben casi todas sus noticias de los medios estatales.

Donald Trump, presidente de Estados Unidos. (Crédito: Mark Wilson/Getty Images)

Donald Trump, presidente de Estados Unidos. (Crédito: Mark Wilson/Getty Images)

Putin ha ejercido su poder tan perniciosamente que incluso Internet dejó de ser una voz de la oposición y se convirtió en un pozo de información envenenado por los trolls, quienes sistemáticamente vomitan mentiras inventadas en el flujo de información con el único propósito de contaminar todo lo que tocan. Esta es la razón por la que la pelea irracional y permanente de Trump con periodistas profesionales es tan difícil de entender. En el preciso momento en que la seguridad de Estados Unidos está amenazada por las "falsas noticias" de sus enemigos, el presidente aviva las llamas de la confusión.

En el momento mismo en que la mejor defensa contra las "noticias falsas" sería apoyar los informes profesionales, Trump está montando un ataque implacable contra los miles de periodistas que históricamente han sido parte del baluarte de Estados Unidos contra naciones hostiles. Para reutilizar una vieja cita, en la guerra moderna, la pluma (o digamos el teclado) no es sólo más poderosa que la espada, sino que la está reemplazando cada vez más.

Rusia ha liderado la batalla. En los últimos años, invirtió bastante en herramientas para la guerra cibernética. En el 2013, el jefe de estado mayor general de Putin, Valery Gerasimov, propuso una estrategia militar que incluyera las tácticas de los medios de comunicación, la política y la inteligencia. Gerasimov, uno de los pensadores estratégicos más eminentes de Rusia, estableció así la definición de la llamada "guerra híbrida", donde los conflictos bélicos del futuro se librarán con un cuarto de tanques de combate y otros aparatos militares, y gran parte del resto correrá por cuenta de la guerra cibernética.

Estados Unidos ya fue golpeado por la vanguardia de este frente de batalla, pero cada indicio sugiere que aún queda más por venir. Rusia no está sola. Irán y China también han estado perfeccionando sus tácticas cibernéticas. A Europa también le está gustando la guerra híbrida.

En París, poco después del ataque a la revista Charlie Hebdo, el canal de noticias francés TV5Monde fue hackeado por lo que inicialmente parecía ser ISIS. Pero una investigación a fondo de las autoridades francesas sugirió que el ataque provenía de Rusia. Sin nada más que agregar, era una lección según la cual los sustitutos del Kremlin estaban perfeccionando sus habilidades cibernéticas.

Ahora, los aliados del Kremlin le han encargado a sus hackers, trolls y mentirosos profesionales a destruir la credibilidad de las organizaciones de noticias en el extranjero.

Un ejemplo reciente, reportado por la periodista británica Paraic O'Brien, documentó una historia inventada publicada en una página de Facebook sobre una mujer estonia que fue reproducida en un sitio financiado por Rusia y reeditada como una noticia.

El problema fue que nada en esta historia resultó ser cierto: el relato según el cual a la abuela de una niña en Estonia la expulsaron tropas británicas de la OTAN de una fila en un hospital fue completamente inventada. Durante casi la última década en Rusia, este estilo de propaganda y su difusión se ha vuelto más sofisticado y prolífico, haciendo que sea más difícil de detectar.

Contrario a lo que Donald Trump ha dicho acerca de que la OTAN es obsoleta y no encaja en la guerra moderna, la Alianza Atlántica está dirigiendo una oficina en los países bálticos, que ayuda a los gobiernos de la región a limpiar los informes profesionales de noticias falsas.

El año pasado en Lituania, los expertos en inteligencia del gobierno me mostraron su manual, en el que se explica a sus ciudadanos cómo detectar noticias reales hechas por profesionales y aquellas noticias falsas vendidas por propagandistas. La batalla ya ha comenzado. Si, como Trump lo admite ahora, Rusia metió mano en el hackeo a las computadoras del Comité Nacional Demócrata, su mal intencionada caracterización sobre periodistas profesionales no tiene ningún sentido estratégico. ¿Por qué el hombre con la máxima responsabilidad de mantener seguros a los estadounidenses les dificulta detectar el ataque de un enemigo? Calificar a periodistas profesionales como propagadores de noticias falsas desafía la lógica de la protección de Estados Unidos.

¿Qué general enviaría a sus soldados a la batalla si no ellos pudieran distinguir entre una horca y un avión de combate? La guerra se perdería en cuestión de minutos.

Lo mismo ocurre con los ataques de Trump a los periodistas. Al distorsionar intencionalmente las fronteras entre los buenos y los malos informes, no sólo está arrancando una página del libro de jugadas de Putin, sino que está jugando directamente con las manos de Putin.

Cuando más necesitan los estadounidenses poder detectar una mentira, Trump está creando un ambiente donde la gente no sabe a quién creerle. Generaciones de periodistas profesionales han ido a la guerra con las tropas, se pararon en la línea de frente con ellos y, en algunos casos, murieron junto a ellos. Es una honorable y respetada profesión que atrae a gente de todos los orígenes y creencias políticas y que se ha ganado sus charreteras probando su valor.

Hasta el momento, Trump no ha presentado ninguna evidencia que respalde sus falsas acusaciones, según las cuales los periodistas están distribuyendo noticias falsas.

Si tuviera pruebas, ahora sería el momento de ponerlas sobre la mesa, en lugar de arriesgarse a debilitar a Estados Unidos ante los ataques cibernéticos. Sin ellas, está creando la impresión global de que tiene algo que ocultar y que, como lo hace Putin, la única manera de hacerlo es desacreditar a los periodistas profesionales que lo cubrirían. Si está poniendo intereses personales por delante del resto de la nación, los enemigos de Estados Unidos no dudarán en explotarlos. Ellos ya han comenzado a hacerlo. ¿Por qué de repente se detendrían?