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Violaciones, golpizas y prostitución forzada en Italia: el "sueño europeo" de una inmigrante africana

Por Milena Veselinovic, Isa Soares

Turín, Italia (CNN) -- En una helada noche de otoño, mujeres jóvenes se paran en las esquinas de un parque industrial en decadencia en Turín.

La temperatura está solo un poco por encima del punto de congelación, pero ellas usan pantalones cortos, tops con tirantes y se calientan con fogatas a la intemperie en medio del aire frío de la noche.

La mayoría están solas, separándose de su posición solo con la intención de mirar cada auto que pasa.

Las mujeres que compiten por clientes en esas calles son solo algunas de la ola de inmigrantes de África subsahariana que han sido víctimas de tráfico de personas en Europa buscando una mejor vida.

En 2016, alrededor de 11.000 mujeres nigerianas llegaron a Italia por mar, según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM). La mayoría están en riesgo de volverse víctimas de prostitución, según la OIM, lo que se convertiría en un espantoso final de un viaje en el que muchos sufrieron violaciones, abuso e hicieron un peligroso cruce por el Mediterráneo en frágiles embarcaciones de goma.

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El sueño europeo

Una de ellas es Becky, de 17 años, que partió a Europa desde el estado Edo de Nigeria, cuando tenía 15 años. Becky, una huérfana criada por una familia adoptiva, trabajó como criada para una mujer adinerada en Nigeria, pero soñaba con ser médico. La hija de su jefa vivía en Europa y Becky quedó encantada con historia de una vida mejor.

“Ella me dijo que cuando llegara a Europa tendría oportunidades, iría a la escuela, ‘todo va a estar bien contigo’”, cuenta Becky, sentada en el borde de una cama en un refugio para mujeres víctimas de tráfico de personas, en el norte de Italia.

“Ella dijo: ‘puedes hacer lo que quieras, el mundo allá es muy libre'. Yo estaba asombrada, eso sería genial. Y luego dijo: 'OK, tal vez mi hermana pueda llevarte'. Yo estaba muy feliz, y quería ir a Europa”, agrega.

Becky dice que su viaje la llevó a atravesar Níger hacia Libia, donde estuvo en un centro de detención durante cinco meses. Sufrió violaciones repetidamente de manos de sus captores, que -según ella- hacían parte de las milicias libias.

“Fue la peor experiencia de mi vida”, dice Becky. Su voz se entrecorta mientras describe cómo sus atacantes la abofeteaban para pararla y en ocasiones la violaban en frente de otros inmigrantes en un salón comunal que compartían.

“Gritas, lloras, pero nadie viene a rescatarte. Te violan, hacen lo que quieren hacerte y no tienes voz, no tienes opción”, dice ella.

Después de que un traficante le pagara un rescate a sus captores, Becky quedó en libertad, pero su sufrimiento estaba lejos de acabar. Quedó embarazada, pero perdió su bebé luego que la persona que la traficaba le diera un líquido para beber.

“Ni siquiera sé cómo ocurrió”, dice. “Todo lo que sé es que me dieron una botella de agua y luego empecé a sangrar. Tuve mucho dolor. Fue muy doloroso”.

Forzada a vender su cuerpo

No hubo tiempo para recuperarse cuando ya estaba metida en un bote inflable con otras cuatro jóvenes mujeres que eventualmente terminaron en un campamento de inmigrantes en Sicilia. Eventualmente, el contacto de su traficante la llevó a la isla capital de Palermo. “Esperaba que tal vez fuera un trabajo. En un momento no tenía idea qué estaba ocurriendo”, agrega Becky.

Entonces Becky le debía 35.000 euros a las personas que la vendieron en Europa y la forzaron a trabajar en las calles para que pagara la cifra. “Ellos me vistieron, me arreglaron el pelo. Ni siquiera sabía qué hacían. Me dieron una bolsa con condones”, dice.

La mujer cuenta que fue llevada a un lado de la vía y que le ordenaron regresar con 200 euros. “Si un hombre duerme contigo lo máximo que puede pagar son 30 euros. Calcula con cuántos hombres tienes que dormir para recoger eso”, dice. “Pagas, pagas, pagas, pero la deuda nunca acaba”.

Becky dice que se negó a vender su cuerpo y cuando regresó con su proxeneta con las manos vacías, a la mañana siguiente fue víctima de una cruel paliza.

Después, la adolescente pudo escapar. Ya no trabajaba en la calles y ahora está siendo cuidada por la organización Progetto Integrazione Accoglienza Migranti (PIAM), una organización benéfica de derechos de inmigrantes dirigida por una sobreviviente de tráfico nigeriana, la princesa Inyang Okokon. La ONG ha ayudado a rescatar a 400 mujeres nigerianas desde que fue fundada en 1999. PAIM le ha dado a Becky y a otras mujeres jóvenes que viven en el refugio clases de italiano y entrenamiento como ceramistas en un pequeño grupo de trabajo.

Aunque Becky se considera una mujer con suerte por haber escapado de las garras de los traficantes, su terrible experiencia la atormenta y está yendo a un psicólogo para lidiar con el trauma.

Para aquellos que estén haciendo su viaje a Europa, Becky tiene unas palabras de alerta:

“A muchas personas, si les dices que no vengan, no te escucharán. Porque creen que vivir en el extranjero es tener una mejor vida”, dice. “Todo el mundo quiere venir, todo el mundo quiere ver cómo es. Pero no es todo lo que piensan”.

“No le aconsejaría a nadie que haga el mismo viaje que yo hice, porque yo pude haber sobrevivido, pero otros tal vez no lo hagan”, asegura.