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El Salvador

¿Pagará América Latina un precio por su apuesta en China?

Por Daniel P. Erikson

Nota del Editor: Daniel P. Erikson es director ejecutivo de Blue Star Strategies, LLC y miembro senior del Penn Biden Center. Anteriormente se desempeñó como asesor especial del vicepresidente de EE.UU. Joe Biden (2015-2017) y asesor principal para Asuntos del hemisferio occidental en el Departamento de Estado de EE.UU.

(CNN Español) -- ¿Pagará América Latina un precio por su apuesta en China?

Los crecientes lazos políticos y económicos de China en América Latina han sido un tema de debate y preocupación entre los analistas y formuladores de políticas estadounidenses durante más de una década. El mes pasado, la Casa Blanca le llamó la atención a El Salvador por abandonar sus lazos diplomáticos con Taiwán a favor de la República Popular China. Las tensiones se intensificaron más esta semana, cuando el Departamento de Estado ordenó regresar a Washington a su embajador en El Salvador y citó a sus principales diplomáticos en la República Dominicana y Panamá para consultas oficiales en respuesta a las recientes decisiones de estos países de reconocer a China. Este enfoque cada vez más estridente de Washington tendrá implicaciones importantes para la política norteamericana en América Latina.

El problema comenzó el 21 de agosto, cuando el presidente de El Salvador, Salvador Sánchez Cerén, declaró que el país centroamericano, de 6 millones de habitantes, revocó su relación diplomática de 57 años con Taiwán a favor de establecer vínculos con China continental. El anuncio, casi sin advertencia previa, durante un discurso nacional televisado pronto provocó conmociones en las capitales extranjeras de Beijing, Taipéi y Washington. Los primeros signos de discordia fueron los murmullos de desaprobación del embajador de EE.UU. en El Salvador, Jean Manes, y altos funcionarios estadounidenses a cargo de la política hemisférica en Washington, así como una alarma del senador de Florida, Marco Rubio, que calificó la decisión como un "terrible error". La presidenta taiwanesa, Tsai Ing-wen, denunció el "cada vez más descontrolado comportamiento de China". No obstante, los funcionarios de Beijing prometieron que "el pueblo de El Salvador sentirá la calidez y la amistad del pueblo del gigante asiático y obtendrá beneficios tangibles de su cooperación”.

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Dos días después, el 23 de agosto, la Casa Blanca intervino con una declaración condenando la decisión de El Salvador como "receptividad a la aparente interferencia de China en la política interna de un país del hemisferio occidental”. Describiendo el asunto como "de grave preocupación para EE.UU.”, el gobierno de Trump advirtió que habrá una "reevaluación de nuestra relación con El Salvador" y que "EE.UU. continuará oponiéndose a los intentos de desestabilización de China y a su interferencia política en el hemisferio occidental”.

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El desafío de la creciente influencia de Beijing en América Latina es indudablemente real.

En 2017, el comercio total de China con América Latina alcanzó los US$ 260.000 millones, un enorme aumento respecto de los US$ 10.000 millones del año 2000, y el stock de inversión extranjera directa superó de manera similar los US$ 200.000 millones. Recientemente, el gigante asiático eclipsó a la Unión Europea para convertirse en el segundo socio comercial de América Latina después de EE.UU.

Hoy, China es el mayor socio comercial de Brasil, Chile y Perú. Más recientemente, después de una década de relativa estabilidad, China se ha centrado en eliminar a los aliados que mantiene Taiwán en la región, comenzando con Panamá en junio de 2017, seguido de la República Dominicana en mayo y ahora El Salvador. Solo nueve países en el hemisferio se encuentran entre los 17 aliados diplomáticos de Taiwán a nivel mundial, como consecuencia de que cada vez más naciones siguen la decisión tomada por EE.UU. en 1979 de reconocer la "política de una sola China" y extender las relaciones diplomáticas a China continental en lugar de Taiwán.

Carlos Castaneda, canciller de El Salvador, junto a su par chino Wang Yi. (Crédito: WANG ZHAO/AFP/Getty Images)

La decisión del presidente Sánchez Cerén de reconocer a Beijing fue indudablemente impulsada por la misma lógica que ya es seguida por la mayoría de los países del mundo. Su masiva economía es una fuente importante de comercio e inversión y cada vez es más difícil justificar negarle el reconocimiento diplomático. China es miembro permanente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, un socio comercial clave de prácticamente todos los países desarrollados y un jugador global cada vez más importante.

Taiwán sigue siendo ampliamente respetado en América Latina por su impresionante modelo de desarrollo político y económico, programas de ayuda efectivos y una larga amistad histórica. Sin embargo, El Salvador, como Panamá, la República Dominicana y la mayoría de las naciones de las Américas, también ven el fracaso en reconocer a China como un anacronismo histórico que está en desacuerdo con sus esperanzas de modernización económica.

Sin embargo, El Salvador tampoco pudo ver las señales de peligro que llevaron a su situación actual de quedar como el blanco de la ira de la Casa Blanca. En primer lugar, las preocupaciones de EE.UU. sobre el papel de China en el hemisferio están en aumento. En ausencia de un enfoque estratégico amplio para mantener su influencia, las decisiones simbólicas, como la apertura de las relaciones diplomáticas con Beijing, atraen atención negativa en Washington, por parte de los miembros del Congreso y la administración Trump que simpatizan con Taiwán.

En segundo lugar, aunque la decisión de Panamá de reconocer a China recibió poca atención, la República Dominicana en realidad sufrió un retroceso de sus lazos con EE.UU. y solo logró salir de la perrera adoptando una postura más dura al aislar a Venezuela, una prioridad diplomática clave de la Casa Blanca. Tercero, el izquierdista gobierno de Liberación Nacional Farabundo Martí (FMLN) de El Salvador nunca obtendría el beneficio de la duda por parte de la administración Trump. Además, el gobierno de El Salvador es ideológicamente resistente a pivotar hacia una posición más dura contra Venezuela, y depende en gran medida de la asistencia de EE. UU. Por lo tanto, El Salvador presentó un objetivo particularmente atractivo para una Casa Blanca lista para trazar una línea en la arena con respecto a la profundización de los lazos del rival asiático en América Latina. Esta semana, el llamado de atención de Washington también se ha extendido a la República Dominicana y Panamá.

No obstante, la Casa Blanca se abstuvo de pedirle a El Salvador que revocara su decisión, la cual, advirtió, tendrá "implicaciones para las próximas décadas.” De hecho, desde que Cuba se convirtió en el primer país latinoamericano en reconocer a China en 1960, más de dos docenas de países en el hemisferio han hecho lo mismo. Solo dos cambiaron su posición más tarde y restablecieron sus lazos con Taiwán: Nicaragua en 1990 y Santa Lucía en 2007.

Pese a la nueva presión de Washington, El Salvador no será el tercero. De hecho, el camino de la mayor parte de América Latina y el Caribe se aleja claramente de Taipéi y se acerca a Beijing. Una pregunta más interesante es si la nueva retórica agresiva de Washington hará que los países de la región se alejen de China. Ahora que el presidente de la República Dominicana está planeando una visita de Estado a Beijing, y el presidente Xi Jinping hace planes de una gira latinoamericana en el marco de su asistencia a la Cumbre del G-20 en Argentina en noviembre, la Casa Blanca descubrirá pronto si su nueva retórica dura tendrá algún impacto.

El Salvador, por su parte, se ha convertido en eje de batalla en un nuevo contexto estratégico entre EE.UU. y China en América Latina. Al menos hasta que Beijing dé su próximo paso para cambiar a los aliados restantes de Taiwán en la región.