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Política

Las nueve vidas y, ojalá, la muerte final del muro

Por Dan Restrepo

Nota del editor: Dan Restrepo es abogado, estratega demócrata y colaborador político de CNN. Fue asesor presidencial y director para el Hemisferio Occidental del Consejo Nacional de Seguridad durante la presidencia de Barack Obama. Las opiniones expresadas en este artículo son exclusivas del autor.

(CNN Español) -- El teórico muro fronterizo de Donald Trump es como el gato de nueve vidas, aunque ha llegado la hora para su muerte definitiva.

Empezó, supuestamente, como un simple mecanismo de memoria para que el candidato no se olvidará de hablar sobre el tema migratorio en sus actos de campaña.

Desde su primera invocación ha sido un símbolo de nativismo. Una imagen poderosa para decirles a votantes inquietos por cambios demográficos que Trump les iba proteger de "los otros" que supuestamente representan una amenaza a su forma de vivir.

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Ha sido un insulto continuo a México, uno de los países más importante para Estados Unidos en el mundo. En particular, por el reclamo a lo largo de su campaña que no solamente iba construir un muro, sino que México iba pagarlo. Fue tan chocante en la psicología nacional mexicana que creó unanimidad política en un país profundamente dividido.

El muro fue, aparentemente, la base de que solo se puede imaginar fue una de las sugerencias más absurdas que alguien ha hecho a un rey de España en muchos años cuando Trump sugirió, según algunas versiones que la Casa Blanca lo niega, que el país debería construir un muro a lo ancho del desierto Sahara para contener migración de África hacia Europa.

Ha sido el motivo del cierre parcial del gobierno federal más largo en la historia de EE.UU. con una duración de 35 días. Un cierre que le costó a la economía estadounidense unos 11.000 millones de dólares y que causó sufrimiento económico para casi un millón de empleados del gobierno federal y un número aún mayor de contratistas.

¿Puede Trump pasar por encima de los demócratas y construir el muro?

La ausencia del muro fue motivo para una maniobra visualmente impactante de mandar militares a la frontera. Una maniobra que continua, aunque no se menciona ni una vez una amenaza a la seguridad nacional por razón de migración irregular en el estudio anual de riesgos globales de la comunidad de inteligencia del gobierno federal para 2019.

El muro es aún y a pesar de su centralidad para él, causa de un aparente alto nivel de incertidumbre y confusión para el mismo presidente, quien en un solo día declaró que el muro ya existía, ya se estaba construyendo, y que era vital construirlo.

Ha venido a representar para muchos en el país, quizás para toda esa mayoría de estadounidenses que ahora confían más en los Demócratas que en el presidente en el tema de seguridad fronteriza, una inmoralidad, como lo denominó la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi.

Y ahora está a punto de transformarse en un vehículo para tener otra pelea sobre los límites del poder del Ejecutivo en nuestro sistema de pesos y contrapesos constitucionales.

Con cada día que pasa en lo que podría ser simplemente un descanso entre el recién cierre parcial del Gobierno federal y un nuevo cierre parcial, parece más y más probable que el presidente Trump declare una "emergencia nacional" para tratar de construir su muro sin autorización del Congreso.

Y si resulta así, está casi garantizado que el presidente se encontrará de nuevo en las cortes debatiendo los límites de su poder.

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Allí debe perder. Perder porque el control de fondos para las actividades del gobierno es quizás la capacidad primordial del Legislativo en nuestro sistema de gobierno. Uno que no se debe esquivar por capricho del Ejecutivo.

Pero también perder porque la situación en la frontera entre EE.UU. y México no cabe en ninguna definición de "emergencia".

Nada, ni en la actualidad ni aún en el comportamiento del presidente Trump, indica que la situación en la frontera sur es como nos dice el diccionario al definir "emergencia", una "situación de peligro o desastre que requiere una acción inmediata".

Los niveles de migración irregular en esa frontera, por ejemplo, están a sus niveles más bajos en varias décadas.

También es difícil ver cómo algo puede al mismo tiempo requerir "acción inmediata" y, a la vez, ser algo que el presidente solo hará después del paso de meses (o años si empezamos con el comienzo de su mandato) si no logra un apoyo mayoritario en el Congreso para sus deseos.

No puede ser que las exigencias políticas y psicológicas de un presidente conviertan algo en una "emergencia". Y a fin de cuentas, no puede ser que el muro tenga una décima vida convirtiéndose de nuevo en una herramienta de chantaje por parte del presidente.

El Congreso —ambos partidos en el Congreso— tienen una profunda responsabilidad de matar por última vez el muro con un presupuesto que avanza hacia los intereses nacionales y no al nativismo del presidente.