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Opinión

OPINIÓN | Coronavirus: es hora de tirar el calendario escolar por la ventana

Por Issac Bailey

Nota del editor: Issac Bailey es periodista en Carolina del Sur y profesor de estudios de Comunicación en el Davidson College. Es autor de "Mi hermano Moochie: Recuperando la dignidad frente al crimen, la pobreza y el racismo en el sur de EE.UU. "Su próximo libro "Why Didn't We Riot? A Black Man in Trumpland", será lanzado por Other Press este año. Las opiniones expresadas en este comentario son propias del autor. Ver más en CNN.com/Opiniones

(CNN) -- Los jóvenes de EE.UU. necesitan regresar a las clases en persona. No hay sustituto de la interacción entre ellos. Así es como se conectan los seres humanos.

Dado lo que creemos que sabemos sobre el coronavirus, que la tasa de infección se ha ralentizado pero que, como ha dicho el Dr. Anthony Fauci, es probable que haya otra oleada de infección más adelante en el año, el objetivo debe ser reabrir a finales del verano, un enfoque que universidades como Notre Dame y otras han dicho recientemente que están adoptando: abrir la escuela un par de semanas antes de lo habitual, cancelar las vacaciones de otoño para reducir los viajes de los estudiantes y acortar el curso para terminar antes del Día de Acción de Gracias.

Si bien ese enfoque (y la alteración del calendario académico tradicional) presenta desafíos para la educación superior, y, de diferentes maneras, para la educación K-12, el objetivo general debe ser abrir tantas escuelas como sea posible.

Esta no es una opción ideal, pero es la correcta. Digo esto como profesor, gratamente sorprendido de que la enseñanza remota (que no había hecho antes) fue más efectiva de lo que esperaba cuando nos vimos obligados a terminar las clases con presencia física en marzo. Digo esto como un padre que no habría enviado a sus dos adolescentes que viven en Carolina del Sur a la escuela, incluso si el gobernador Henry McMaster les hubiera ordenado reabrir en mayo, y como una persona que se encuentra entre las filas de los inmunocomprometidos, quienes deben ser especialmente cuidadosos para evitar el contagio.

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Habiendo sopesado todas las posibilidades, la pérdida de la educación en persona hasta 2021, o más si no se cumple el cronograma optimista para encontrar una vacuna efectiva; una profundización de la división del rendimiento académico; los efectos en los padres y las familias, parece que lo mejor que podemos hacer es salvar tantas vidas como podamos tomando en serio las medidas de seguridad, así como protegiendo nuestra salud mental, pero hacerlo mientras estamos de regreso a la escuela.

El aislamiento fue necesario y puede ser necesario nuevamente en los próximos meses, pero no estamos diseñados para mantenerlo.

Entiendo que cualquier camino que tomemos conlleva riesgos. Pero no debemos tirar lo que hemos logrado en las últimas semanas: doblar la curva de propagación del virus hacia abajo. El objetivo del aislamiento y el distanciamiento social continuo ha sido evitar que nuestro sistema de atención médica se vea desbordado.

En algunas áreas del país, como partes de la ciudad de Nueva York, ese desbordamiento ocurrió de todos modos. Pagamos un precio muy alto en vidas, con un número oficial de muertes que se acerca a 100.000 a medida que se acerca el Día de los Caídos, y una tasa de desempleo similar a la de la Depresión.

Demasiados trabajadores de atención médica y otros trabajadores de primera línea han sucumbido al covid-19; otros sufrieron el inmenso estrés de presenciar tanta enfermedad y muerte. Aún así, cada vez hay más pruebas de que hemos dado vuelta la esquina en la primera fase de esta pandemia, por lo que cada estado está experimentando algún tipo de reapertura.

El otro objetivo de controlar la curva era darnos más y mejores opciones que las que teníamos en marzo y abril.

Teniendo en cuenta lo que los expertos han dicho sobre un posible resurgimiento del virus y la temporada de gripe en el otoño y el invierno, la reapertura de las escuelas este verano puede ser nuestra mejor oportunidad para la enseñanza en persona, invaluable, mientras haya tiempo. Es hora de tirar el viejo calendario. Aprovechemos este tiempo para volver a imaginar lo que puede ser la educación.

Por ejemplo, como ha señalado la profesora de biología Erin Bromage, es más difícil que la infección se propague al aire libre, especialmente con un distanciamiento social adecuado. Eso brinda la oportunidad de tener más clases al aire libre, tal vez bajo toldos o el tipo de carpas que se usan en las bodas, algo que es mucho más fácil de hacer durante los meses más templados del año.

Cuando visité Ghana, el verano pasado, como parte de una excursión misionera y educativa donde colaboré en la capacitación de periodistas, visité algunas escuelas primarias y secundarias, donde se impartían muchas clases en circunstancias similares porque había muy poco más disponible. Podemos aprender de otros que durante mucho tiempo han tenido que educar a sus hijos en circunstancias menos que ideales.

Zoom y otras herramientas de enseñanza en línea deben seguir siendo opciones, aunque solo sea para reducir el número de estudiantes en un aula determinada (y lo mismo al aire libre) para mantener el distanciamiento social. Y en un momento como éste, tal vez las clases de ciencias deberían llevarse a cabo en un campo o cerca de un arroyo, la de Física en un parque de patinaje, la de Historia en las afueras de una cabaña de esclavos, Ingeniería al pie de un puente.

Podríamos encontrar una manera de llevar a los niños allí, guardando la distancia física: que los padres de niños pequeños los lleven a la escuela, y dejar los autobuses con asientos separados para estudiantes mayores.

Reimaginemos totalmente dónde y cómo llevamos a cabo la educación en persona, porque el país que conocimos en febrero no volverá. Podemos ver eso como una tragedia y dejar que nos detenga en nuestro camino o aprovecharlo como una oportunidad para repensar, modificar e innovar.

El virus nos ha proporcionado un terrible recordatorio de las divisiones raciales, económicas y de otro tipo que han estado con nosotros durante mucho tiempo. Tal vez es por eso que nos está obligando a reimaginar cómo deberían ser las cosas, aunque sea pateando y gritando, lejos de las formas recientes, pero ahora antiguas. Nunca deberíamos haber aceptado esas disparidades. El virus, a pesar de todos los horrores que ha provocado, nos ha abierto los ojos, demostrando por qué no ofrecer mejor atención a los más vulnerables actúa en detrimento de todos nosotros.

Entiendo que es difícil tomar decisiones sobre qué es lo mejor para los jóvenes, especialmente cuando la incertidumbre persiste en el aire como las gotas de virus que todos tememos y complica cada decisión que tomamos.

Hay otras dinámicas en marcha que dificultan sacudir esa ansiedad. Estamos dirigidos por un gobierno federal que ha supervisado una de las respuestas de pandemia más ineptas en el mundo desarrollado y un presidente que inicialmente no se tomó en serio la amenaza porque estaba demasiado preocupado por cómo sería percibido, y que ahora promociona tratamientos peligrosos.

Grupos de hombres armados han amenazado e intimidado a legisladores y gobernadores. Los funcionarios federales pasaron semanas preciosas diciéndonos que no nos cubriéramos la cara, aunque ahora sabemos que el uso generalizado de máscaras faciales ayuda a detener la propagación del virus. Algunos funcionarios de la Casa Blanca han sugerido que los números de defunciones están inflados, aunque la mayoría de los analistas dicen que es probable que el conteo se haya quedado corto.

Los expertos en salud mental advierten sobre las consecuencias y los defensores temen que no podamos detectar o rastrear el aumento del abuso infantil y la violencia doméstica durante meses.

Todos enfrentamos decisiones difíciles, incluidos aquellos de nosotros que somos educadores. Pero les enseñamos a los estudiantes a desarrollar un conjunto de habilidades y conocimientos no para momentos de comodidad y facilidad, sino para momentos como estos, para que puedan hacer del mundo un lugar mejor.

En los últimos meses, nos hemos visto obligados a aprender. Mucho. Es hora de que apliquemos esas lecciones que les hemos enseñado a nuestros estudiantes.