Parece que habemus presidente en Perú
Nota del editor: Fernando Berckemeyer es un periodista peruano egresado de la Pontificia Universidad Católica de Perú, con maestría en leyes de Harvard. Es el vicepresidente regional de la Comisión de la Libertad de Prensa de la Sociedad Interamericana de Prensa. Exdirector del periódico El Comercio (2014-2018).
(CNN Español) -- Lo que ha pasado en Perú ha sido digno de verse.
Hay puestos en los que a uno lo nombran y hay puestos de los que uno, por muy nombrado que esté, tiene que hacerse con sus actos. Desde que en 2016 el Congreso peruano quedó en manos de una mayoría fujimorista convencida, aunque arbitrariamente, de que le habían robado la elección presidencial, el puesto de presidente de Perú era uno de esos para los que no basta ser elegido.
Pedro Pablo Kuczynski demostró esto con creces y por varios meses pareció que su sucesor, Martín Vizcarra, seguiría su camino. Hasta que mostró instinto y determinación con el estallido del escándalo del caso Lava Juez, e hizo saber al Congreso que llamaría a un referéndum si éste no aprobaba sus proyectos de ley, para iniciar una reforma de los desastrosos sistema judicial y político.
Pues bien, cuando el Congreso empezó a demorarse y Vizcarra tuvo hace unos días la audacia de amenazarlo con su eventual disolución constitucional si no se comprometía a aprobarlos para el 4 de octubre, dio un paso más para hacerse presidente. Su audacia fue bien calculada. El Congreso y el fujimorismo habían llegado a una desaprobación popular que supera el 80%. Vizcarra ganó y quienes como yo lo hemos criticado antes, sólo podemos ahora reconocerlo.
Desde luego, Vizcarra tiene por delante la difícil tarea de afianzar lo conseguido. Debe asegurarse de que el Congreso cumpla, y tiene también que complementar unos proyectos que, en el caso de la reforma judicial, son sólo un comienzo y, en el de la reforma política, en mi opinión, no son buenos. Lo más relevante, sin embargo, es que para mantener su apoyo popular tiene que ver cómo producir resultados de gobierno más inmediatos que los de estas largas reformas.
La economía, que hace un tiempo dejó ya de reducir pobreza, es el campo ideal para ello. La buena noticia es que el presidente se ha puesto en una mejor situación para poder encarar este problema de la que lo ha estado nadie en muchos años.